No es que odie el fútbol, pero después de un monotemático mes que va recién por la mitad, estoy lista para que se termine ya el mundial. No sé qué tiene que ver eso con este arroz frito que combina maleducadamente técnica oriental con sabor latino, pero algún sentido le encontraré al final de este post (espero).
La verdad no sé si China participa de esta edición y mucho menos cuáles son los otros países que integran su grupo. Tampoco sé si México tiene un buen equipo o alguna posibilidad de llegar lejos. No sé quién va a ganar la copa y hasta llegué al punto en que no conozco a ningún jugador excepto a Messi y Cristiano Ronaldo, y sólo porque no vivo en un termo.
Alguna vez en la vida fui defensora titular en el colegio. También lloré amargamente en el 98 cuando Francia nos metió el gol de oro. Las tres veces que fui a la cancha la pasé bomba. Durante el último mundial que participamos nos abrazamos con lágrimas en los ojos con amigos cuando perdimos contra España. Y eso que algunos no sabían ni lo que era un offside hasta ese momento.
Así que no sé si odio no es la palabra que describe mi actual indiferencia futbolística. Tampoco sé si está bien apropiarme de dos lejanas culturas desde Paraguay y mezclar sin discriminar sabores y métodos que poco tienen en común a simple vista.
Lo que sí sé es que amo el arroz frito chino y adoro los sabores mexicanos. Y que la combinación de ambos encontró una razón de ser en este contundente y a la vez fresco plato. Y que a diferencia del fútbol, acá no hay perdedores, fanáticos empedernidos, bombas enloquecedoras ni odio por ser del equipo contrario.
Sé que la idea de frontera es algo inventado por el ser humano. Sé que tenemos mucho más en común de lo que pensamos con los que están al otro lado del planeta. Sé que nuestro tono de piel, tamaño de ojos, textura de pelo no nos hace mejores o peores. Y sé que el fútbol debería unirnos en vez de separarnos.
Pero más que nada sé que cuando algo es rico, es rico, no importa de donde venga, cómo se mezcle ni qué reglas rompa.
Y este arroz frito mexicano más que rico, es un gol de mediocampo; está padrísimo. 拜拜啦!
Arroz frito de Shanghai a Monterrey Imprimir
10 mins
20 mins
30 mins
- Una taza de arroz cocinado
- Una cuchara de aceite de girasol
- Una cebolla mediana
- Un diente de ajo
- Un jalapeño o ají picante
- Una cuchara de pimentón
- Una pizca de comino
- Una zanahoria
- Un locote rojo
- Media lata de choclo
- Media lata de porotos negros
- Dos cucharas soperas de salsa de soja
- Dos huevos
- Medio aguacate
- Un mazo de cilantro
- Un limón
- Ají seco
- Batir los huevos en un bowl pequeño. Calentar una sartén a fuego bajo y rociar con spray antiadherente. Cocinar los huevos sin mezclar hasta que se forme una suerte de omelette. Retirar del fuego y reservar.
- Calentar un wok grande con una cuchara de aceite. Picar la cebolla, el ajo, el ají y el locote. Cocinar en el wok hasta que la cebolla comience a dorarse. Condimentar con sal, pimienta, pimentón y comino.
- Rallar la zanahoria y agregar al wok. Cocinar durante cinco minutos revolviendo cada tanto.
- Añadir los porotos y el choclo, dejando que se calienten por unos minutos.
- Cortar el omelette del principio en tiras finas y sumar al wok. El secreto es ir agregando un ingrediente por vez para que el wok no pierda temperatura.
- Por último agregar el arroz y mezclar bien con el resto de los ingredientes. Condimentar con salsa de soja y jugo de limón. Apagar el fuego y dejar descansar unos minutos.
- Servir decorado con rodajas de aguacate, cilantro y un poco de ají seco.