En un mundo consumista donde la vida útil de los objetos es cada vez más corta, es difícil encontrar algo que dure para siempre. Este risotto de tomates y cebollas caramelizadas celebra el amor verdadero, del que requiere sacrificio y paciencia pero que una vez encontrado, da vueltas nuestro mundo interior.
Vivo una historia sin demasiados ejemplos a seguir en el amor. Sin padres que hayan perdurado felices por siempre, escuchando constantemente decepciones ajenas e historias de Cenicienta donde el zapato finalmente nunca fue su talle.
El día de los enamorados gira más en torno a gastar en regalos impersonales y cenas sobrefacturadas que de festejar el amor en sí. Más de ver cuantos likes tuvo en Instagram el ramo de rosas que él le compró de camino a su casa que de ningún sentimiento puro o íntimo entre seres humanos reales.
Aun así, en este universo de relaciones desechables, una de las únicas cosas en las que creo ciega y puramente es en el amor que siento y vivo todos los días.
Después de 13 años, seguir juntos es una decisión consciente, cotidiana. No sé si montaña rusa define con suficiente veracidad el bungee jumping a ciegas y sin cuerda desde el Everest que significa estar con alguien hasta que la muerte nos separe.
O la rutina. O la modernidad. O las malas intenciones. O la convivencia. O quizás sea parte de la vida nomás. Yo igual, no sé cómo ni porqué, dentro de mí sé que será la muerte.
Me casé muy joven, con todas las ganas e inocencia del mundo. Juanma estuvo en mi colación, en mi último día de facultad y acá a mi lado sobreviviendo mi joven adultez, mis cambios, mis inseguridades, mis meses donde incluso yo tengo ganas de escapar de mí misma.
Estar juntos por siempre no se trata de perfección. No es lo que se ve en el álbum de fotos ni mucho menos tiene nada que ver con el regalo soñado del 14 de febrero. Es cocinar este risotto, no importa si sale bien o mal, porque juntos siempre será mejor que separados. Juntos en las peores, porque nada sería peor que no tenernos.
P.D. Celebren que se quieren, suban sus fotos, compren la canasta con el ramo, cocinen. Cualquier excusa para decirse te quiero creo que vale al final.
Risotto de tomates y cebollas caramelizadas Imprimir
10 mins
40 mins
50 mins
- Tres tomates
- Dos cebollas pequeñas
- Dos cucharas soperas de aceite de oliva
- Sal y pimienta
- Una cuchara sopera de azúcar morena
- De 4 a 6 tazas de caldo vegetal (o de pollo, o agua)
- 1 taza de arroz arborio o arroz de grano corto
- ⅓ de taza de vino blanco
- 2 cucharadas soperas de manteca
- Una taza de queso parmesano
- Medio mazo de albahaca
- Pimienta recién molida
- Extra queso para encima
- recalentar el horno a fuego medio. Cortar los tomates en mitades y las cebollas en rodajas finas. Colocar en una placa para horno condimentando con aceite de oliva, sal, pimienta y azúcar morena por encima. Cocinar durante 20 minutos o hasta que la cebolla haya empezado a dorarse.
- Mientras tanto, poner a hervir el caldo. Puede usarse la receta del caldo de culitos del blog o usar un caldo común de verduras o agua con sal en su defecto. Una vez que hierva el caldo apagar el fuego.
- Retirar los tomates y la cebolla del horno. Colocarlos (con todo el juguito) en una olla grande a fuego medio.
- Una vez que esté caliente, agregar el arroz y revolver con cuidado dos minutos hasta que el arroz esté bien mezclado con la salsa.
- Agregar el vino y mezclar con cuidado hasta que se evapore.
- Ir agregando con un cucharón el caldo caliente mezclando lentamente. Cuando se empiece a secar, volver a agregar el caldo de a cucharones. Mezclar cada tanto evitando que el arroz se pegue.
- Cocinar durante 20 minutos aproximadamente. Una vez que el arroz esté al dente (tierno pero apenas durito) apagar el fuego. Agregar la manteca, la albahaca cortada y el queso y revolver para mezclar.
- Dejar reposar 5 minutos y servir inmediatamente con más queso y hojitas de albahaca.