¡Suenan las campanas! Round dos, segunda veggie burger del blog. Vamos todavía.
Mi tumultuosa relación con el vegetarianismo comenzó en el 2013, cuando cenaba sushi por última vez la noche de mi cumpleaños en Buenos Aires. Unas semanas antes, después de ver con ojos entrecerrados y llenos de lágrimas un documental (no recuerdo si era Earthlings o Cowspiracy) decidí que no podía seguir consumiendo carne.
Pasaron varios años y veranos sin asado ni camarones, donde descubrí en el ínterin mi pasión por cocinar y nació este blog. Pero poco a poco fui perdiendo el rumbo.
Un verano en Florianópolis, lloré a escondidas (cringe) porque quería comer camarones. Sí, lloré. Aun así, contuve mis ganas asesinas de engullir un plato enorme de crocantes y alimonadas milanesitas con sabor a agua de mar.
365 y piquito días después, tras una mañana lluviosa de visita por el puerto en Punta del Diablo, maravillada por los pescadores que exhibían con orgullo la frescura de los pescados que habían madrugado para atrapar, todo cambió. Preparé esta sopa de mariscos y abrí un portal que, como una caja de Pandora, nunca más pude cerrar.
Desde ahí y hasta hoy, el pescado aparece en mi mesa cuando pinta (y cuando alcanza).
Hace poco volví a probar carne. Una festiva y beoda madrugada, tomando hasta cerrar el bar, choqué de frente contra un árabe mixto doble mayo de Lomilitos. Al día siguiente, con resaca y arrepentimiento, volví a mi vida casi verde.
Con el tiempo probé un asado que me pareció mucho más duro y musculoso de lo que recordaba. Luego Mc Donalds, que me pareció increíble de la manera asquerosa y basura en que Mc Donalds puede llegar a ser increíble. Probé otras hamburguesas extraordinarias. Probé chorizo, que perdió para siempre su luz en mí. Comí milanesas, croquetas, guiso, albóndigas y casi todo lo que había dejado de comer durante seis años de mi vida. Éxitos y fracasos en partes iguales.
¿Cómo vivo con la culpa de comer animales de vez en cuando? Como con todas las otras bolsas pesadas de arena que llevo a la espalda, haciendo lo mejor que me sale como me sale. Intentando perdonar mi humanidad y mi falta de ella.
A pesar de este retroceso, Mi Corazón de Arroz seguirá siendo un espacio libre de carne, porque hay un mundo de recetas llenas de sabor que no necesitan del sufrimiento animal para ser. Y sigo firme en mi convicción de no trabajar con marcas que industrializan y monetizan el maltrato, aunque me paguen un millón de dólares. Y obvio, seguiré comiendo lo más veggie posible, cocinando delicias para mi hija, mi marido y mis amigos todos los días.
Sobre todo, me mantengo firme en honrar el momento, el plato, la mesa, el animal, la muerte, el sacrificio y el privilegio. Disfrutando con consciencia. Estando presente. Agradecida y en eterna búsqueda de una vida más sustentable. Hasta ahí me permite mi conformismo capitalino. Es lo que hay. Al menos por ahora.
Veggie burger de porotos negros Imprimir
40 mins
10 mins
50 mins
- Una taza de porotos negros hervidos
- Una cebolla
- Un diente de ajo
- Una mandioca hervida
- Una cuchara de pimentón dulce
- Una cuchara de kétchup
- Una cucharita de comino
- Una cucharita de pimienta cayena
- Media taza de panko o pan rallado
- Un huevo
- Colocar los porotos en una placa para horno y cocinar a 180 grados durante diez minutos para que pierdan toda la humedad y queden ligeramente tostados. Reservar.
- Picar el ajo y la cebolla bien finos y saltear a la sartén por 10 minutos o hasta que hayan perdido la mayoría de sus líquidos y estén bien secos y caramelizados. El secreto de la consistencia de esta veggie burger es eliminar el agua en cada proceso.
- En un bowl, pisar la mandioca hasta que quede puré. Agregar los porotos y la cebolla y ajo. Condimentar con pimentón, kétchup, comino, pimienta cayena y sal.
- Pisar usando un tenedor o pisapapas, dejando algunos trozos de poroto entero para darle textura. No recomiendo usar procesadora porque las burgers pueden quedar muy blanditas.
- Agregar por último el huevo batido y el panko. Mezclar bien.
- Formar bolas con las manos húmedas y aplastarlas con las manos en forma de hamburguesa. Es mejor hacer hamburguesas finas para que queden crocantes y no se deshagan al morder.
- Dejar reposar media hora en la heladera antes de cocinar.
- Para cocinar, calentar una sartén antiadherente con una cuchara de aceite. Cuando esté bien caliente, cocinar la hamburguesa por 3-4 minutos hasta que se dore, sin moverle mucho. Darle vuelta, 3 minutos más y lista para servir con tus toppings favoritos.