El soufflé de acelga… Ese seco, insípido y triste soufflé de acelga que te recetó la nutricionista es la razón número uno por la que las dietas no funcionan. ¿Quién es su sano juicio se pondría feliz o podría llevar una vida digna almorzando dos veces por semana ese cuadrado amargo con sabor a desconsuelo? Estas albóndigas llegaron para salvar el día (y el verano sí se puede).
Desde muy temprano en la adolescencia nos ponen a dieta y nos convencen de que sólo comiendo acelga y claras de huevo podremos llegar a ese ridículamente inalcanzable cuerpo de revista. Es terrible cuando veo a mis amigas sufriendo por un día más de pollo grillé seco con lechuga condimentada con limón.
¿Por qué comer bien tiene que equivaler a castigar el cuerpo? ¿A eliminar grupos alimenticios enteros y satanizar las cosas que nos hacen feliz? ¿A repetir día tras día menús armados hace 20 años, sin sabor, amor, ni pienso?
Me enojé un poco. Perdón.
Albóndigas, mmm…. Aunque estas bolitas crocantes son un almuerzo espectacular acompañadas de una rica salsa de tomate natural y arroz integral (lo cual fue mi idea inicial) recordé que la peor parte de cambiar los hábitos alimenticios es encontrarse en una reunión social a dieta sin ninguna propuesta saludable disponible.
Básicamente tenés dos opciones. La primera, decirle chau chau adiós al esfuerzo de la semana y reventar los bocaditos, nachos y pizza con ganas. Y mientras uno lo haga con convicción y sin arrepentirse al día siguiente, es una elección absolutamente válida. La otra alternativa, descongelar estas albóndigas y servirlas con una salsita, y comer 15 sin ningún tipo de remordimiento.
Lo mejor de todo es que si de verdad perdés absolutamente el control, te desbordás y comés vos solita la bandeja entera, consumiste una macro-dosis de nutrientes, proteínas y cosas que le hacen bailar al cuerpo de felicidad. Y te pasaste un chiqui con las calorías, pero bueno, para eso hacemos un chiqui más de ejercicio y ya.
RIP soufflé de acelga. Tus días están contados.
Albondiguitas de acelga y avena Imprimir
5 mins
45 mins
50 mins
- 6 mazos de acelga
- 1 cebolla
- ½ taza de avena extra fina
- ½ taza de queso descremado rallado
- 1 huevo
- 1 cuchara sopera de queso crema light
- 1 pizca de nuez moscada
- Sal y pimienta
- Lavar y secar bien la acelga y separar los tallos de las hojas. Cortar los tallos a lo largo en tiras finas y luego en cuadraditos.
- En una olla rociada con aceite vegetal en spray, cocinar la cebolla picada fina y agregar los tallos de la acelga. Condimentar con nuez moscada, sal y pimienta y dejar ablandar durante 10 minutos.
- Cortar las hojas de acelga y agregar a la olla, cocinando hasta que se vuelvan de verde oscuro y se haya evaporado la mayoría del líquido.
- Colocar la mezcla de acelga en un colador para eliminar el exceso de agua.
- Mezclar con las manos en un bowl la acelga, avena, huevo, queso rallado y queso crema. Formar bolitas pequeñas. Una vez listas, reservar en el freezer por 15/20 minutos.
- Colocar el panko en un plato y pasar las bolitas para crear una capa crocante.
- Rociar una placa para horno con spray antiadherente y disponer las albóndigas una al lado de otra. Llevar al horno por 30 minutos, dando vuelta a la mitad del tiempo para que se doren de manera uniforme.
- Servir con un rico dip, acompañando un bowl de arroz, o congelar para una cena express.