Siempre miré con estupefacción y envidia a los americanos de la tele desayunando torres de esponjosos panqueques y engullendo tiras de panceta crocante con una montaña de huevos revueltos suaves como nubes. ¿Nací en el continente equivocado, señor?
En lo de mi mamá el desayuno nunca fue el alimento más importante del día. A ver, ni siquiera había Toddy en mi casa. Yo, una doctorcita de seis años, ya tomaba café instantáneo con leche desde que tengo memoria. Ese café siempre iba acompañado de algún pan con manteca, dulce de guayaba o paté (o directamente manteca con paté mezclados, al que le decíamos pateca, pero mejor no adentrarnos en recetas mutantes de los noventas.)
Años después, ya preadolescente y con los efectos de la publicidad y las revistas empezando a golpear la autoestima, mis mañanas pasaron a ser de cereales con leche descremada. No sé si fue tanto ver a mi mamá comer light siempre, pero desde chica preferí los cereales de granola y las galletitas de avena. Eso sí, a veces me bajaba dos, tres platos de cereales al hilo así que el efecto dietético tenía poca duración.
Ya puberta y en pleno apogeo de la edad del pavo, dejé de desayunar por completo. De tanto pasarme madrugadas hablando por teléfono y llorando mis amores eternos de la semana, mis mañanas eran un transitar zombie. La rutina era siempre la misma; sacarme el pijama, llegar al colegio y aguantar despierta hasta el primer recreo, donde sí, aparecía el Toddynho que mi mamá se negó a darnos toda la vida, acompañado de un croissant con jamón y queso. Rebeldía pura.
Desde esos años turbios hasta hoy, creo que recién cuando empecé el blog volví a encontrar la magia en la primera comida del día, obligándome a reinventar una y otra vez el desayuno más rico, saludable y completo.
Imagino disfrutar estos panqueques un domingo de mañana, tras una agitada noche amanecida. Podría hasta decirse que están diseñados genéticamente para servirse en la cama con un café bien negro, un jugo, para comerse con ganas e ir de vuelta a dormir.
Ay, sí que extraño ese de vuelta a dormir sin culpa. Ya volveré.
Panqueques gringo style Imprimir
15 mins
15 mins
30 mins
- ¾ de taza de harina común
- Una cucharita de polvo de hornear
- Una pizca de sal
- Un huevo entero y dos claras
- Una cuchara sopera de manteca derretida
- Media taza de leche
- ¼ taza de azúcar
- Un chorrito de esencia de vainilla
- Manteca y jarabe de maple o miel para acompañar
- Medir y mezclar la harina, la sal y el polvo de hornear en un recipiente.
- Separar las claras de la yema de uno de los huevos. Reservar la clara.
- En un bowl mezclar la manteca derretida, leche, esencia de vainilla y yema hasta que se integren.
- Agregar la harina y mezclar hasta que no haya grumos en la preparación. Se puede tamizar la harina, pero no es obligatorio. Una vez mezclado todo, reservar.
- Colocar las claras en una batidora de pie y batir agregando el aúzar de a poquito hasta que las claras lleguen a punto nieve, es decir, que la preparación se torne blanca y forme picos. También puede hacerse con batidora de mano, o si querés hacer ejercicio de brazos, a mano por 10 a 15 minutos.
- Una vez batidas las claras, agregar un tercio al bowl de mezcla. Integrar sin mucho cuidado hasta que se unan. Agregar el segundo tercio de la clara ya con una espátula revolviendo de manera lenta y envolvente, para evitar que se escape el aire que se metió a las claras.
- Agregar lo último de las claras con cuidado.
- Cocinar en una sartén a fuego medio con un poco de aceite o manteca. Cuando empiece a burbujear por arriba, dar vuelta con mucho, mucho cuidado con una espátula grande. También pueden taparse para acelerar el proceso. Servir con un pedacito de manteca, jarabe de maple y frutas por encima.
