Mi pubertad llegó toda al revés. Con dos picaduras de mosquito en lugar de pechos parados y voluminosos, una menstruación tardía y cubierta de un manto negro de pelo.
En cuarto grado un compañero me preguntó por qué usaba pollera si era tan peluda. Ese mismo año, agarré una máquina de afeitar y separé desastrosamente mis dos cejas que hasta ese entonces se unían hasta el puente de mi nariz. También en ese entonces, decidí esconder mis piernas de pollo cubiertas de una alfombra oscura de pelos y vergüenza bajo pantalones Body Club talle XL.
Tras una temporada de suplicas y llanto, llegó mi primera cita con la depiladora. Empecé depilándome media pierna, dejando a la vista un ciclista de pelo rubio decolorado que pronto me volvería a avergonzar. No me olvido nunca de la depiladora, una cincuentona teñida de rojo, que en tono burlón tras mi inesperada reacción de dolor me dijo, “Para ser bella hay que ver las estrellas”. Tan chica me enseñó que sufrir era inherente a ser mujer.
Años después, un ex novio despechado (gran pelotudo, por cierto) me dijo, “Vos sos las 3 P: Puta, perra y peluda.” Peluda. Me dolió más lo de peluda que lo de perra, porque en ese entonces, para mí era igual de grave.
Pensando en esto, rememoré un odioso comercial donde una modelo rubia se pasaba la maquinita de afeitar sobre la piel sin pelo, depilándose estúpidamente las piernas ya depiladas. Porque obvio, nadie quería ver a una mujer peluda en TV. Las mujeres perfectas son así, sin celulitis ni estrías, y por supuesto, sin pelos.
¿Por qué nos enseñaron a odiar algo que cubre la totalidad de todos nuestros cuerpos? ¿En qué momento asociamos la femineidad y la limpieza con una piel sin pelos? ¿Cuándo termina la obsesión con los cuerpos huesudos, blancos y lampiños?
Todavía escondo como puedo los largos y gruesos pelos de los nudillos de mis pies, decoloro cada tanto mis brazos de osito y lucho contra unas malditas barbas rebeldes que semestralmente siento al tocarme el mentón.
Mi hija me ama así. Mi esposo me ama así. Y aunque mi relación con el Sr. Gillette está muy lejos del final, si llego al gimnasio y mis piernas picosas develan crecimiento, ya no me torturo ni me siento descuidada.
A veces me afeito las piernas frente a mi hija con miedo de inconscientemente enseñarle a maltratarse como yo lo hice durante tantos años. Y miro sus piernitas, cubiertas de pelito de durazno, y sólo quiero decirle que es hermosa así como es, que nunca deje que nadie le convenza de lo contrario.
Mientras tanto, puteo en mis adentros mientras corre un hilito de sangre en la ducha. Maldita maquinita vieja.
P.D. Como pasé de feiojada a hablar de pelos es un misterio. Prueben la receta igual, está de pelos. Bueno, perdón, chau.
Feijoada veggie Imprimir
15 mins
80 mins
Una hora 35 mins
- 500 grs. de porotos negros
- Dos cucharas soperas de aceite de girasol
- Una cebolla
- Dos dientes de ajo
- Un morrón rojo
- Un morrón amarillo
- Una zanahoria
- 3 salchichas de soja
- Una hoja de laurel
- 500 ml. de caldo o agua
- Un mazo de cove
- Media cebolla
- Un diente de ajo
- Dos cucharas soperas de aceite de oliva
-
- Arroz blanco hervido
- Farofa de mandioca
- Gajos de naranja
- Este proceso comienza 24 horas antes, dejando hidratar los porotos en un recipiente lleno de agua. Una vez transcurridas las 24 horas, colar y reservar. Podes usar porotos negros de lata, pero el resultado no es el mismo.
- Calentar aceite en una olla grande. Cortar las salchichas en cubitos pequeños y dorar por un minuto. Agregar la cebolla y el ajo picado y dejar que se cocinen dos minutos.
- Picar los morrones y la zanahoria bien finos y añadir. Salpimentar y revolver para que no se peguen.
- Agregar el caldo y el laurel. Una vez que empieza a hervir, agregar los porotos y cocinar por lo menos una hora hasta que se ablanden del todo y el caldo quede cremoso. Los tiempos de cocción pueden variar, lo importante es revolver cada tanto y controlar que no se seque demasiado.
- Para acompañar, cortar el cove en tiras finas. Calentar una sartén con el aceite de oliva y freír el ajo y la cebolla hasta que se doren. Agregar las hojitas de cove y cocinar durante cinco minutos hasta que las hojas se ablanden.
- Servir la feijoada con el cove, arroz blanco, farofa de mandioca y unos gajos de naranja.