El zapallito relleno tiene sabor a invierno en la casa de Padre Cardozo, la primera en la que recuerdo vivir con mi mamá solos. Hoy, veinticinco años y una decena de mudanzas más tarde, ese sabor a nuez moscada y salsa de tomate dulzona son parte de mí, me acompañan no importa donde esté.
Nunca tomé chocolatada. Tres cucharadas de azúcar, una de café y dos de leche en polvo. Agua caliente servida desde un termo de mate color verde musgo. Acompaña una rodaja de pan trincha en un platito azul transparente untado con dulce de guayaba. Olores a desayuno en la casa de Villa Morra, la del pasillo largo donde mi perro Otto corría de lado a lado sin cansarse nunca a pesar de sus incontables años.
Sale pastafrola calentita del horno, para las amigas de mi mamá. Para mí, unas galletitas gorditas rellenas de dulce de guayaba con la masa que sobró, que por mi impaciencia me quemaban el paladar y dejaban sin gusto hasta el día siguiente. Ese olor a esencia de vainilla y manteca quedaron impregnados en nuestra casa de Denis Roa, nuestra primera casa propia, donde comimos un asado cuando se terminó de construir el techo.
La lasagna cremosa de borde crocante. Las lentejas con arroz. El sándwich de queso y tomate con los bordes cortados. Todas memorias de la última casa en la que viví con mi mamá, donde adolecí y de donde me fui un día a los 23 años, con un anillo al dedo, sin saber que mi vida nómada no había terminado, recién empezaba.
Con Juan nos mudamos cinco veces más. Del dúplex de casados, a la casa ruidosa al costado de la academia de baile, a la húmeda construcción que se inundaba con cada tormenta, a lo de mi mamá por unos (muchos) meses, y de vuelta a nuestro hogar en Trinidad, donde nació Mi Corazón de Arroz hace casi cuatro años.
Sueño con predecir cuáles serán los aromas y sabores de la infancia de Awi. ¿Será el olor a canela de sus panqueques mañaneros? ¿Será su pororó vespertino salado y crocante? ¿O la sopa que almorzamos semanalmente, aunque hagan 40 grados de calor? ¿Será que guardará memorias de esta casa, donde nació y vivió sus primeras aventuras?
Nuestra historia se sigue escribiendo. Y se vienen cambios. No sé si seguiré eternamente nómada o sentaré cabeza y echaré raíces por primera vez en treinta y tres años. Solo el tiempo lo dirá.
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Una hora 20 min
- Cuatro zapallitos medianos
- Una cebolla
- Una zanahoria
- Un locote
- Un diente de ajo
- Un tomate
- Una taza de lentejas hervidas
- Una cuchara de orégano
- Una cuchara de pimentón
- Una cuchara de salsa de soja
- Una taza de puré de tomate
- Una taza de leche descremada
- Una cuchara de almidón de maíz
- Una pizca de nuez moscada
- Media taza de queso muzarella rallado
- Poner a hervir los zapallos en abundante agua durante aproximadamente 20 minutos, hasta que se ablanden un poco pero no demasiado.
- Mientras tanto, colocar un poco de aceite en una olla. Cocinar la cebolla picada bien fina durante dos minutos. Agregar el ajo y la sal y dejar dorar unos minutos.
- Agregar el locote picado y la zanahoria rallada para ahorrar tiempo de cocción. Condimentar con orégano y pimentón.
- Después de unos minutos, agregar el tomate picado con la mitad de la salsa de tomate y la salsa de soja. Revolver bien.
- Agregar las lentejas cocidas y cocinar por aproximadamente 10 minutos. Si las lentejas están crudas, agregar una taza de caldo y cocinar aproximadamente 20 a 25 minutos hasta que se ablanden las lentejas. Apagar el fuego y reservar.
- Para preparar la salsa blanca liviana, calentar la leche en una olla pequeña. Agregar el almidón y la nuez moscada y batir constantemente hasta que hierva. Una vez que rompe hervor, revolver hasta que se espese. Reservar.
- Ahuecar los zapallitos con una cuchara y retirar el relleno. Este relleno puede guardarse para una sopa u otra receta.
- Precalentar el horno a 180 grados. Rellenar los zapallitos con la salsa. Colocarlos en una fuente para horno poniendo de base la salsa de tomate sobrante.
- Agregar la salsa blanca sobre la salsa de tomate. Coronar cada zapallito con un poco de queso muzarella y gratinar en el horno por aproximadamente 15 minutos.
- Servir acompañado de un rico arroz kesu si se puede.