Y así, un sábado cualquiera de noviembre, se fue a su pieza a dormir. Toda la noche. Solita. Sin llanto, sin estrés, sin demasiada preparación más que unas cortinas recién colgadas y una lucecita de estrellas de 25.000 de La Barca. Yo, por el contrario, siento que mi cama mide 20 metros; interminable, helada, vacía.
Fue así mismo cuando dejó la teta, cuando dejó el pañal. Yo, semanas antes dando vueltas, estresada, pensando que iba a sufrir, que no iba a ser una tarea fácil, adelantándome al peor resultado, a la frustración que inminentemente implicaría tal hazaña.
Ella, feliz de ser cada vez más grande, sin conciencia de lo rápido que pasa el tiempo mientras crece ante mis ojos y se aleja de a poquito a ser su propia persona.
Admito, no extraño a Awi bebé, pero no estoy lista para soltar a la Awi de ahora. No volvería atrás, pero congelaría el tiempo ahora mismo.
Todavía tenemos pendiente la dejada de mamadera. Sí, ya sé que es tardísimo. Pero es su último vestigio de bebé al que todavía me aferro. Así prometió que sería hasta que cumpla 4, donde de verdad ya va a ser grande.
Bowl de avena tradicional Imprimir
10 mins
5 mins
15 mins
- Media taza de avena instantánea
- Una taza de leche descremada
- Una cuchara sopera de canela
- Una cucharita de endulzante líquido
- Una pizca de sal
- Una banana
- Dos cucharas soperas de mantequilla de maní
- Una cucharita de maní ku’i
- Un poco de almendras
- Un poco de nueces
- Un poco de semillas de girasol
- Syrup sin azúcar o miel
- Poner en una olla a fuego bajo la avena, leche, canela, endulzante y sal. Cocinar revolviendo constantemente unos minutos hasta que quede bien cremosa.
- Servir en un bol. Decorar con banana, mantequilla de maní, maní ku’i, nueces, almendras y semillas de girasol. Coronar con syrup o miel.