Trufas de ricotta y aceitunas

Fiestita Recetas

Desde ese día mensajeamos sin parar, aunque nunca nos vimos. Él era exactamente como me imaginé. Ese tipo era para mí; a ese tipo no le importaba lo que dijeran los demás, era como era, en serio era para mí.

Más o menos en esa época reapareció un ex novio; una de esas relaciones co-dependientes en las que uno termina cayendo una y otra vez, no sabe ni por qué. Seguimos mensajeando, hasta que una vez le dije que no podía ir al Santo con él. A mi tipo. Por ese pelotudo. No sé si fue miedo a equivocarme, si estaba convencida de que yo no valía lo suficiente o simplemente no estaba lista para lo que podíamos llegar a ser con mi tipo.

Dejamos de hablar, y volví por unos meses a una relación tormentosa que terminó a los golpes una madrugada. Hoy, mirando atrás, creo que tenía que volver a eso para llegar nuevamente a tocar el fondo en el que me había encontrado mi tipo sin siquiera saber. Para darme cuenta que sí valía.

Pasé Navidad despechada en una cita con otro muchacho, churro de la época, pero que estaba escuchando Los Rancheros cuando me buscó y con quien no teníamos absolutamente nada en común. A los pocos días volvió con su novia de toda la vida, y yo viajé a Brasil a mis últimas vacaciones de soltera de la vida sin saberlo.

Llegué y fui directo al extinto Cannibals, cuna de las salchipapas y promo de 10 mil. A las 9 de la noche me armé de valentía y vuelvo a escribirle a mi tipo un tímido “que hacés que no apareces más, malo” que me retuerce del cringe ahora mismo. Pero funcionó. Como si nada hubiese pasado, hablamos de nuevo y nos encontramos en San Ber al día siguiente. Ahí si ya nos besamos. A lo loco.

Una madrugada, un par de semanas después, ebrios en La Suiza y con cara seria, me dice que teníamos que hablar. Me lleva de la mano hasta atrás del auto y me dice que ya no podía más estar conmigo. Mis ojos se llenan de lágrimas. “No puedo más estar contigo sin que seas mi novia”. Le abracé y nunca más le solté.

Y así, pasó una vida. No sé por qué escribí esto ahora, más allá del día de los enamorados. Creo que escribí esto para mantener los detalles vivos, para leer cuando seamos viejitos, porque no sé cómo, pero siempre supe que era mi tipo, y no sé cómo, y aunque dude un montón de veces, sé que tenemos que estar juntos, que es mi persona. Que cuando esté viejo, canoso, mañoso y todo, mi tipo va a ser Juanma. Forever.

Ésta es la segunda parte de esta historia.

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Tiempo de preparación
20 mins
Tiempo de cocción
Tiempo total
20 mins
Precio: $$
Dificultad: Facilísimo
Porciones: Picada para dos hambrientos
Ingredientes:
  • 150 gr de ricotta fresca
  • Dos cucharas de queso crema
  • 50 gr de aceitunas verdes
  • 50 gr de aceitunas verdes
  • 50 gr de queso sardo rallado
  • 50 gr de maní salado
  • Un poquito de uvas pasas (opcional)
  • Dos cucharas de queso rallado común
  • Un mazo de perejil
¿Qué hago?
  1. Combinar en un bol la ricotta, queso sardo, aceitunas picadas y queso crema y mezclar hasta integrar. Llevar a la heladera.
  2. En un plato hondo grande, mezclar el perejil picado, queso rallado, uvas pasas y el maní picado.
  3. Retirar la ricotta de la heladera. Con las manos húmedas, formar pequeñas bolitas. Pasar las bolitas por la mezcla de maní hasta que queden bien cubiertas.
  4. Refrigerar hasta el momento de servir acompañadas de pancitos o crackers.

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