Días atrás me encontré culpando a la maternidad por todo lo malo en mi vida. Mi falta de tiempo, mi aburrimiento, mi eterno cansancio y mi obligada (aunque no innecesaria) madurez.
Tengo un no sé qué con el día de la madre. Me pone contenta, pero como toda fecha festiva, siempre tiene un halo de melancolía entre tanta canasta de desayuno y foto publicada en redes sociales.
Ser mamá es una paradoja eterna entre desear volver a ser libre, pero disfrutar de la sensación de ser necesitada. De querer estar sola pero no saber qué hacer al minuto que los hijos no están. De querer escapar lejos para siempre, pero sentir que falta un pedacito de una ni bien nos vamos un poco.
Morí un poco el día en que me convertí en madre, o al menos, esa versión mía murió. Sigo siendo irresponsable y egoísta, pero el precio a pagar es mucho más alto. A veces esa presión me aplasta y me inmoviliza. Otras es justamente lo que me hace mirar más allá de mi egoísmo, más allá de simplemente vivir el momento.
Si no hubiese conocido a Awi, quizás no la hubiese elegido. En cambio, hoy que ya está acá, abrió una caja de Pandora de amor imposible de cerrar. Lo malo, lo sacrificado, lo perdido, solo se transforma. La recompensa es mínima; son abrazos, mimos, una sonrisa honesta y no mucho más que eso. Y por alguna razón es más que suficiente.
¿Qué quiero por el Día De la Madre? Silencio. Liberarme de toda culpa. Apagar mi cerebro. Celebrar las pequeñas cosas.
Admito que a veces hasta ahora solo quiero que pase el día para dormir, igual que cuando transcurrían eternos esos días de llanto y lactancia. A veces, igual que al principio, doy una vuelta más para volver a casa, no porque no quiera volver más, pero para dejarme ser un rato más antes de volver a convertirme en la mamá de alguien.
Mi regalo por el día de la madre es permitirme fallar. Y con lágrimas en los ojos y fuego en el estómago aprender a contenerme, perder, y volver a empezar de nuevo todos los días. Si no me equivocase, no aprendería nada.
Todo valió la pena. Awi es mi corazón de arroz, porque Awi es mi corazón.
Feliz día de la madre a mí.
Este post de deliciosas tapas fue creado especialmente para maridarse con sangría Lolea. Gracias a La Mercantil Guaraní por esta nueva colaboración con el blog.
Tapeo-Tapeo: Camarones al ajo, pinchos de tomate y morrones con queso y alcaparras Imprimir
20 mins
20 mins
40 mins
- 6 tomates cherry
- 6 aceitunas
- 100 grs de queso ibérico o un buen queso semiduro
- Un mazo de albahaca
- Un diente de ajo
- Un puño de nueces
- Una cuchara sopera de queso rallado
- 100 ml de aceite de oliva
- Sal y pimienta
- 100 grs de camarones frescos
- Una cuchara de aceite de oliva
- Un diente de ajo
- Un mazo de perejil
- Un mazo de rúcula
- Tres rodajas de pan de campo
- Un locote rojo
- Dos cucharas soperas de alcaparras
- Un diente de ajo
- Cuatro cucharas de queso parmesano
- Un mazo de cebollita
- Pimienta
- Una cuchara sopera de aceite de oliva
- Tres rodajas de pan de campo
- Licuar la albahaca, ajo, nueces, queso rallado, aceite de oliva, sal y pimienta hasta que quede un pesto.
- Armar los pinchos en un escarbadiente largo colocando un tomate cherry, un cuadrado de queso y una aceituna. Mojar con el pesto y servir en vasitos de shots.
- Descongelar bien los camarones. Retirarles las venas y secar bien. Calentar una sartén con aceite de oliva.
- Saltear los camarones solo unos minutos hasta que cambien de color. Salpimentar. Agregar el ajo y el perejil y dejar que se cocinen solo un minuto y retirar del fuego.
- Servir en pan de campo con unas hojas de rúcula y un toque de aceite de oliva.
- Colocar el locote rojo en el horno a fuego máximo hasta que empiece a ennegrecerse, aproximadamente 15 minutos. Retirar del horno y pelar. Cortar en tiras finas y reservar.
- En un bowl combinar los morrones, ajo, alaparras, queso, cebollita, pimienta y aceite de oliva. No agregar sal porque tanto las alcaparras como el queso ya son bastante salados.
- Montar sobre pan de campo tostado. Es mejor armar en el momento y disfrutar con una rica sangría.