Nunca en mi vida había cocinado un pie de limón, mucho menos escuchado hablar de uno de mandarina. En esta invernal época donde en cada semáforo los vendedores se abalanzan sobre uno a ofrecer una hermosa bolsa red de cítricos fluorescentes a diez mil guaraníes, llegué a la conclusión de que no conocía ningún postre a base de mandarina. De paso, también me di cuenta de que en realidad no conocía demasiados postres de memoria sin copiatinis ni tableros de Pinterest.
Existen mujeres que desde niñas poseen por default o son aleccionadas desde muy temprano en el arte de preparar manjares dulces increíbles. Recuerdo como en mis años adolescentes, cuando recién dejó de ser divertido jugar con Barbies, algunas compañeras ya sabían cocinar cookies, brownies y por supuesto, pie de limón. Yo incluso hasta después de terminar el colegio me enorgullecía por mis pizzas con masa de súper y cremoso macaroni and cheese de caja. De postres, ni hablemos.
No sé si es algo de antes, de cultura de colegio de monjas, o de qué planeta vienen estas mujeres programadas con el chip de la repostería. ¿Dónde se origina esta imagen que tengo metida en lo profundo del inconsciente de ese grupete de colegio de chicas que pasan sus tardes cocinando alfajores de maicena, chocotorta y pavé de dulce de leche?
Ok, si pongo todas las cartas sobre la mesa y soy sincera, lo digo, lo dulce no es lo mío. No sé si me falta una dosis de femineidad onda ama de casa de los 50s, si quizás necesite una inyección de paciencia de madre, o si es la falta de rigor científico de no querer medir las cosas con exactitud. Tal vez simplemente me tienta más un pedazo de pan felipe calentito con manteca que un pedazo de brownie relleno con Nutella.
Igual no me rindo.
Esta vez busqué la receta más simple que encontré de pie de limón (con galletitas Lincoln y todo) y la tuneé cual Toyota Vitz con luces de neon. Además, agregué una jalea de mandarinas dando así vida propia a este genial postre que deja a cualquier carmelita descalza bailando hasta abajo papi de la ricura.
Pie de limón pero de mandarina Imprimir
30 mins
30 mins
Una hora
- 1 paquete y medio de galletitas Lincoln
- ⅓ de taza de azúcar morena
- 75 grs de manteca derretida
- 1 lata y media de leche condensada
- 3 yemas de huevo
- 1 chorrito de Cointreau
- 3 mandarinas (3/4 de taza)
- 1 cuchara sopera de ralladura de mandarina
- 200 grs de crema de leche
- 3 cucharas soperas de azúcar impalpable
- 3 mandarinas (3/4 taza)
- 3 cucharadas de azúcar morena
- 1 rama pequeña de canela
- 1 mandarina
- Ralladura de una mandarina
- Hojitas de menta
- Precalentar el horno a 180 grados. Procesar o aplastar las galletitas y mezclarlas en un bowl con la manteca derretida y el azúcar. Enmantecar un molde para tarta y colocar la mezcla aplastando bien con los dedos.
- Cocinar en el horno durante aproximadamente 8 minutos. Retirar y dejar descansar.
- Licuar el jugo de las mandarinas (sin semillas) y luego colar para retirar la pulpa.
- Con ayuda de una batidora eléctrica, combinar la leche condensada, las yemas de huevo, el cointreau, el jugo y ralladura de mandarina y batir durante 5 minutos.
- Colocar la mezcla sobre la base de galletitas y cocinar durante 15 minutos en el horno hasta que empiece a burbujear la superficie. Dejar enfríar en la heladera durante por lo menos una hora.
- En otro bowl, batir la crema con el azúcar impalpable hasta que se formen picos. Guardar el chantilly en la heladera hasta el momento de armar el pie.
- Licuar las mandarinas para la jalea (sin las semillas) y colar para retirar los restos de pulpa. Colocar en una olla a fuego lento con el azúcar y la canela y dejar reducir revolviendo cada tanto hasta que adquiera una textura de jalea, aproximadamente 9 minutos.
- Retirar el pie de la heladera. Decorar con el chantilly, los gajos de mandarina, un poco de ralladura de mandarina y unas hojas de menta. Servir acompañado de la jalea.
