La tangerina, en términos de ningún rigor científico, es la versión bebé de la mandarina. Sería lo que es el quinoto a la naranja, una adaptación miniatura de un clásico cítrico invernal con dosis extra de ternura y un puñito más de amargura.
Admito que nunca antes había visto ni escuchado hablar de la tangerina, pero cuando se me cruzó en la verdulería del súper no aguanté tanta belleza en paquete tan pequeño y compré medio kilo. Pasaron los días, y quedaron intactas sin tocarse en la heladera. Yo, confundida sin saber qué hacer con estas frutitas demasiado agrias y lindas para comerse así nomás.
Hay dos maneras (bueno, mil) de encarar las compras para cocinar. Algunos dicen que es cosa del tipo de personalidad y carácter de cada uno. En mi caso particular, depende del día, la cantidad de tiempo a perder, el nivel de hambre inicial y el humor particular más que nada.
La primera manera es tener en mente una receta en particular, un antojo, un pedido e ir hasta el súper con eso en la cabeza; con una lista, de manera ordenada y sin dejarse llevar por los cientos de estímulos visuales y olfativos que la gente de marketing puso ahí para cautivar a las almas glotonas e impulsivas.
La segunda es ir al súper sin ninguna idea y con hambre (sí o sí terminás gastando el triple) pero con la mente abierta de aprovechar lo que está lindo, a buen precio, dejándote llevar por las imágenes de platos y sabores magníficos que se crean en el inconsciente recorriendo cada pasillo.
Muchas veces las mejores recetas nacen de estas idas al súper, y otras veces terminás con un montón de ingredientes raros incombinables y un agujero en el bolsillo. Estas tangerinas las compré por curiosidad sin saber por qué ni para qué. Por suerte justo antes de que pasen a mejor vida en la heladera, terminaron siendo esta belleza de mermelada.
Para mí el súmmum de su esplendor agridulce se alcanza untada sobre un crocante pan de campo acompañada de un queso maduro y unas hojitas verdes picosas. Aunque, ¿quién dice que no entra con el café mañanero sobre una tostada quemadita?
Mermelada de tangerina Imprimir
20 mins
90 mins
1 hr 50 mins
- Medio kilo de tangerina
- 400 grs. de azúcar
- Una ramita de canela (opcional)
- Remover los tallos y las hojas y lavar bien las tangerinas.
- Colocar en una olla con agua hasta cubrirlas. Dejar hervir durante 10 minutos.
- Retirar las tangerinas de la olla y dejar enfriar un poco. Con la ayuda de una cuchara pequeña, retirar cuidadosamente las semillas.
- Volver a introducir las frutas sin semilla a la olla, esta vez con el azúcar y la ramita de canela. Volver a cubrir con agua y cocinar durante 1 hora y media a fuego bajo, revolviendo cada cierto tiempo con una cuchara de madera, cuidando que no se queme.
- Dejar enfriar una vez obtenida la textura de mermelada. Guardar en un frasco esterilizado.
