Releo el título parmigiana de berenjenas y me suena inmediatamente demasiado chuchi y complicado para lo que realmente propone esta receta reducida en calorías para almorzar como rey con presupuesto de plebeyo.
Además, cada vez que hago sustituciones a recetas clásicas y rompo reglas que para los puristas y eruditos de la cocina son de oro, me da un poco de cosita seguir usando el nombre original del plato. Pero creo que por esta vez el resultado lo vale. Ya me armaré de valor para enfrentar a la nonna italianísima que putee por este sacrilegio defensor de cinturas y amigo de las bikinis de tiritas.
En términos vulgares podríamos decir que esta propuesta es una simple lasagna de berenjenas, pero según nuestra biblia posmoderna, Wikipedia, el menú que comparto hoy tiene mucha similitud con la Parmigiana, receta originaria de Campania y Sicilia que sufrió varias metamorfosis en su vuelta al mundo.
La fórmula es básica y sencilla: Capas interminables de berenjenas, una salsa de tomates y locotes y mucho, mucho queso.
Por suerte (toco todas las maderas que tengo cerca) no tengo problemas con el gluten; y el pan, las pastas y las harinas en general son casi siempre protagonistas de las cosas que más disfruto comer. Peeeero, almorzar lasagna un martes atenta contra mis principios de intentar llevar una vida medianamente saludable, y esta propuesta fue la única manera de sacarme las ganas de comer algo rico sin destrozar mi autoestima con la primera revelación al espejo tras el corto pero contundente invierno.
Sí, señores, con la inminente llegada de la primavera los gimnasios vuelven a abarrotarse de creyentes ciegos de que esta vez sí llegarán al verano. Yo, con los embarazados pronósticos con los que recibiré el 2018 (el bebé está previsto para los primeros días de enero) no llego ni a palos, pero hacer estos pequeños cambios puede ser la diferencia entre ser Peppa Pig y Moby Dick.
Admito que no es lo mismo que comer lasagna. No es, pero no está lejísimos tampoco. Faltarán las láminas de pasta, el parmesano, la crema y el chorreante aceite de oliva, pero te aseguro que le hace volantín, vuelta estrella y flic flac a ese somnífero soufflé de zapallo que tenías guardado para el almuerzo de hoy.
Parmigiana liviana de berenjenas al pesto Imprimir
30 mins
50 mins
1 hr 20 mins
- 1 berenjena grande
- 2 cucharas soperas de sal
- Una cuchara de aceite de oliva
- 1 cebolla
- 1 puerro
- ½ locote rojo
- ½ locote amarillo
- 3 tomates
- Una cuchara de orégano
- Sal y pimienta a gusto
- Una cucharita de azúcar
- Un mazo de albahaca
- Dos dientes de ajo
- Dos cucharas soperas de queso crema light
- 150 gramos de queso descremado
- Cortar las berenjenas en láminas de no más de dos centímetro de ancho. Colocar en una asadera y cubrir con sal para que liberen el amargor. Dejar descansar por lo menos 10 minutos.
- Mientras, cortar la cebolla y el puerro en cubos. Dorar en una olla pequeña con una pizca de aceite. Añadir locotes picados a la mezcla y condimentar con orégano, pimienta, sal y un poco de azúcar. Cortar los tomates, y por último agregarlos a la olla y dejándolos cocinarse por 20 minutos hasta que se conviertan en una salsa.
- Precalentar el horno a 180 grados. Lavar las berenjenas y secar bien. En una asadera aceitada, agregar las láminas de berenjena sin encimar y cocinar durante 20 minutos sin dejar que se doren demasiado. Retirar sin apagar el horno.
- Lavar bien la albahaca. Colocar junto al ajo y el queso crema en un recipiente para mixar o en licuar con apenas un chorrito de agua. Procesar hasta obtener una salsa similar al pesto.
- En un recipiente más profundo (apto para horno) colocar una capa de las láminas de berenjena cocinadas, seguido por una capa de salsa. Agregar ⅓ del queso rallado o cortado en tiras. Repetir dos veces más hasta llenar el recipiente. Colocar con una cuchara el pesto por encima de la preparación.
- Cocinar en el horno durante 10 minutos más hasta que el queso se gratine. Servir inmediatamente. También puede congelarse crudo para disfrutar en otro momento.