Cuando era chica, mi mamá y mi abuela hablaban entre ellas en guaraní para que yo no entienda. Hoy, veintipico años después y con mucha vergüenza, sigo sin saber hablar más que unos tímidos vocablos sueltos. Este vori vori blanco es mi manera de redimirme, de celebrar, aunque sea en un jopara muy españolizado, las delicias de nuestra tierra colorada.Vori vori sería algo así como bolita bolita traducido al español y vuelto a guaranizar. De bolita, a borita, a bori, a reina de las sopas de nuestro tembi’u Paraguay. Y yo acá, más paraguaya que la mandioca, amante de nuestra gastronomía, pero sin poder comunicarlo en el idioma en que se inventó.
Admito que nunca le puse demasiado empeño a aprender, pero nada más triste que la pésima manera en que nos enseñaron guaraní en el colegio. No sé si es legado de la dictadura, de la nefasta reforma educativa o de un lapsus de locura generalizada que en mi etapa escolar, el guaraní siempre fue una materia de segunda.
Estando ya en sexto curso seguíamos repitiendo como robots los colores, los números y tratando de aprender ortografía de un idioma pensado para aprenderse hablando.
Un lenguaje tan hermoso, con tanta riqueza intraducible, olvidado. Mal llamado una “cosa de incultos” cuando en realidad es posiblemente lo más valioso que tenemos como ciudadanos de esta isla mediterránea dada vuelta.
Volviendo a lo que nos trae a este espacio, aunque este vori blanco no sea una receta escrita en piedra pasada de generación en generación, es de esos clásicos que se reinventa según quien lo cocine. Como el idioma, va haciendo constante metamorfosis.
Mi versión de vori vori es un auténtico jopara entre el vori que no muy a menudo comíamos en casa de mi mamá, una receta de vori blanco de Sarita Garófalo, otra receta de un programa mañanero venezolano que me crucé en YouTube y mi vori, por el que seré recordada cuando mis nietos vengan a almorzar a casa.
Prácticamente sin grasa, con pocos y económicos ingredientes, este es un vori de lunes, que mima el alma, recupera resacas domingueras y prepara al cuerpo para la semana.
Quizás ya sea tarde para mí, pero ojalá Aurora llegue a casa con una tarea de guaraní indescifrable y sea ella la que lo hable con sus amigas para que yo, su mamá pasada de moda, no entienda lo que dice.
Che vori vori moroti Imprimir
15 mins
Una hora
Una hora 15 mins
- 1 cebolla
- 1 locote grande
- 1 tomate
- Un trozo grande de zapallo
- 1 litro de caldo de verduras
- Una cuchara sopera de orégano
- 350 gramos de harina de maíz
- 100 gramos de Queso Paraguay
- 2 cucharadas de aceite de girasol
- Una cuchara sopera de sal
- 1 cuchara sopera de queso crema
- Perejil a gusto
- Calentar un poquito de aceite en una olla grande. Sofreír la cebolla y el locote cortados en cubitos pequeños hasta que la cebolla empiece a dorarse.
- Agregar el tomate, la sal y el orégano y revolver durante 3 minutos.
- Añadir el caldo y cuando hierva, agregar el zapallo cortado en trozos medianos.
- Dejar el caldo cocinando por 40 minutos o hasta que el zapallo esté blando.
- En un bowl mezclar la harina de maíz con la cucharada sopera de sal. Este paso es importante para darle sabor a los vori.
- Desmenuzar el Queso Paraguay con las manos y agregar al bowl junto a las dos cucharadas de aceite y el queso crema. Mezclar con las manos hasta formar una masa arenosa. De a poco, ir agregando el caldo caliente de la sopa hasta formar una masa. Amasar durante 5 minutos para que no se deshaga en el caldo.
- Con las manos mojadas, formar bolitas del tamaño de albóndigas.
- Una vez que la sopa está lista, colocar sin encimar las bolitas en el caldo y cocinar solo hasta que empiecen a flotar en el agua, máximo 5 minutos.
- Apagar la sopa y servir inmediatamente. Decorar con unas hojas de perejil y orégano seco.