Los infomerciales son un arte poco apreciado. De adolescente me pasaba la madrugada entera colgada del tubo del teléfono mirando programas de media hora donde no sé qué era peor, el producto que probablemente nunca funcionó en la vida real, las actuaciones novelescas o el doblaje al español estilo Palmera Records.
Siempre quise todo lo que vi. La licuadora para batidos, el grill del boxeador, el coso (no sé más como llamarlo) para pintar las casas que parecía una mochila, todos los aparatos de ejercicios milagrosos y hasta la escoba que barría y repasaba a la vez.
Tengo recuerdos de niñez de un viaje a Buenos Aires con mi mamá y mi tía donde fuimos a la tienda donde se vendían todos estos aparatejos, y aunque entramos en modo de burla, por mera curiosidad, no puedo olvidar que terminamos comprando una colección de discos de baladas ochentosas que se llamaba Nights of Love.
Me acuerdo hasta ahora que Rossana de Toto era el primer tema del disco porque escuchamos todo el camino de vuelta a Asunción. Compraron también un aro para bajar de peso. Sí, un aro. Que te ponés en la oreja y mágicamente los kilos de más se van.
Nights of Love terminó siendo una compra genial porque hasta ahora las baladas vairaspegajosas y melosas de los ochenta me hacen feliz. El aro ese no tanto.
¿Adonde viene todo esto? Este post gira en torno a un gadget de menos de veinte mil guaraníes para hacer ravioles, de esos que uno mira con desconfianza por el precio y porque se ve demasiado bueno para ser real. Pero chicos, este es el Nights of Love de los gadgets de pastas. Estos ravioles son el Rossana de todos los temones de Toto. Ok, miento, es el Africa de Toto, incluso más decadente y adictivo.
Mi anterior receta de ravioles, aunque sumamente deliciosa, tiene de protagonistas a unos ravioles deformemente amasados a mano, lo cual no está mal, pero con esta arma nueva, mis ravioles se ven de restaurant. Y ahorré tiempo, estrés, y salieron estos ravioles potentísimos que podrían llamarse los papis de los papis de todos los ravioles. Con riesgo a sonar como actriz de infomercial les digo, mis ravioles ya no son los mismos.
Llame ya. Llame ya. Ya no llame, se vendió..
Ravioles de ricotta, queso azul y nueces con salsa de tomates Imprimir
60 mins
40 mins
1 hora 40 mins
- 300 g de harina
- Tres huevos
- Dos cucharadas de aceite oliva
- Media taza de agua
- 100 g de ricota
- 50 g de queso azul
- 50 g de queso sardo
- 50 g de muzzarela fresca
- Un puño de almendras picadas
- Pimienta negra
- Una yema de huevo
- Una cuchara de aceite de oliva
- Una cebolla
- Un diente de ajo
- Cuatro tomates
- Media zanahoria rallada
- Una cuchara sopera de azúcar
- Media taza de vino blanco
- Medio mazo de albahaca
- Sal y pimienta
- Para hacer la salsa, calentar el aceite en una olla y agregar primero la cebolla picada. No importa el tamaño ya que más adelante toda la salsa será procesada. El secreto de esta salsa es dorar bien todos sus componentes para extraerles el máximo de sabor.
- Agregar el ajo y la zanahoria rallada. Salpimentar y revolver hasta que empiecen a oscurecerse sin llegar a quemarse.
- Cortar los tomates en cuartos y agregar a la salsa. Aplastarlos ligeramente para que liberen jugo. Cocinar durante 5 minutos y agregar el vino blanco, la albahaca y el azúcar.
- Cocinar durante media hora o hasta que los tomates se hayan desintegrado casi del todo. Licuar con un mixer y dejar reposar.
- Mezclar en un bowl la ricotta, los quesos, las almendras y la yema. Usar las manos hasta que todos los ingredientes estén integrados. Reservar en la heladera hasta el momento de usar,
- Colocar la harina en un bowl hondo. Hacer un hueco en el medio y agregar el huevo, el aceite, la sal y la mitad del agua. Mezclar con las manos e ir agregando agua en la medida que sea necesario. La idea es lograr una masa suave pero no pegajosa.
- Ahora viene la parte física. Amasar intensamente con las manos durante 8 a 10 minutos (recomiendo poner cronómetro). Esto es lo que nos dará una masa perfecta. Dejar reposar por lo menos media hora antes de estirar.
- Enharinar la superficie de trabajo y cortar la masa en cuartos. Estirar de a uno usando un palo de amasar. La idea es que la masa quede fina pero sin llegar a transparentarse.
- Cortar la masa del tamaño del molde para ravioles y colocarla por encima con cuidado. Rellenar cada agujerito con una bolita pequeña de relleno. Volver a tapar con una segunda capa de masa estirada.
- Pasar el palo de amasar sobre el molde de modo a cortar los ravioles. Desmoldar con cuidado y espolvorear con harina hasta tener la totalidad de los ravioles listos. En una olla grande con agua salada hirviendo, cocinar los ravioles de 4 a 6 minutos. Retirar con cuidado y rociar con un poco de aceite. Servir con la salsa de tomates, queso rallado, hojitas de albahaca y pimienta recién molida.