No sé si ésta era la receta con la que quería empezar el año, pero las ganas de escribir superaron toda calendarización y obsesión por el orden. Y bueno, tener archivada una receta de torta marmolada que no se comparte con el mundo tampoco sirve de mucho.
Esta madrugada, a las cinco de la mañana exactamente, llegué al rodaje de un comercial de verano más, con una tranquilidad y liviandad que no sentía hace lo que parecieran siglos. Por un segundo, mi cerebro hizo click y me encontré en uno de esos momentos que te obligan a bajar la cabeza y agradecer al universo por el tiempo transcurrido y estar acá, sobreviviente.
Con el cumpleaños número dos de Awi cerré un ciclo.
Hoy es casi anecdótico recordar venir a rodaje con sacaleches y conservadora a cuestas, con las tetas pesadas como yunques invadida por el miedo constante de mojarme, de dejarle sola, de lidiar con una culpa que jamás había sentido. En ese momento parecía que esa sería mi vida por siempre, que ser madre me había condenado eternamente a una esclavitud de la que nadie me había advertido nunca.
Quiero atesorar en mis recuerdos la sensación de libertad cuando salí por primera vez en auto hasta el Biggie cerca de casa, tomándome cinco minutos para dar una vuelta extra alrededor de la cuadra y sentirme libre por solo unos minutos. Atesoro la primera cerveza que tomé cuando mi mejor amiga vino a casa a rescatarme de mi encierro carcelario. Guardo para siempre nuestras noches de balcón con Juanma, porque el balcón se convirtió en nuestro único refugio cuando un bebé se apoderó de nuestra habitación.
No quiero olvidarme de las noches eternas donde rogaba que salga el sol y los días que transcurrían en minutos que parecían horas. Aún está fresca la herida de los brotes de crecimiento que me hacían sentir una inútil y una vaca lechera, del llanto que nada lograba calmar, de sentirme al borde de perderlo todo. De perderme también yo en el camino.
Esa fue mi maternidad. Hoy ya no soy esa persona. Pero tampoco extraño a la Maria José de antes, porque cada uno de esos momentos difíciles, que parecían que nunca se iban a a acabar, terminaron. Algunos, transformándose en nuevos desafíos, y otros, ya ni quedan en el recuerdo.
No sé si los dos serán terribles como me los pintan, pero solo por hoy, festejo estos 730 días de altos altísimos y bajos que llegan al centro del universo, porque en estos dos años conociéndole a Awi, me conocí. Y gracias a ella, soy verdaderamente yo.
Torta marmolada Imprimir
10 mins
40 mins
50 mins
- 2.5 tazas de harina leudante
- Una cucharita de sal
- Una taza de manteca a temperatura ambiente
- 1.5 tazas de azúcar blanca
- 4 huevos
- Un chorrito de esencia de vainilla
- Una cucharita de ralladura de naranja
- Una taza de leche entera
- Media taza de cacao en polvo, mejor si es al 100%
- Precalentar el horno a 180 grados.
- Batir la manteca con el azúcar hasta obtener una mezcla bien cremosa. Agregar de a uno los huevos y seguir batiendo. Añadir la esencia de vainila, sal y ralladura de naranja.
- Agregar de a poco y de forma intercalada, la harina y la leche. Mezclar usando una cuchara para no batir demasiado y así evitar que la torta quede demasiado dura.
- Dividir la mezcla en dos partes iguales, o si no nos gusta tanto chocolate, retirar solo ⅓ de la mezcla a otro bowl. Agregar el cacao a una parte y mezclar bien usando una cuchara. Raspar los bordes para que no quede nada de chocolate pegado.
- Enmantecar un molde ahuecado en el medio. Agregar primero la mitad de la mezcla de vainilla, luego la de chocolate y terminar de nuevo con la de vainilla. Con un palito de brochette, dibujar rayas mezclando apenas la torta para crear las formas características de la marmolada.
- Hornear por 40 minutos aproximadamente o hasta que al meter un palito de brochette al medio, éste salga limpio.
- Dejar enfriar completamente antes de desmoldar.