Lo personal es político. Pero la política de este país me desequilibra, me enferma, me intoxica, me revuelve el estómago.
Claro, desde mi privilegio puedo hacer la vista gorda y seguir mi vida ignorando la gente que pasa hambre, que muere en los hospitales o no puede acceder a una educación digna. Puedo seguir en mi nube de pedos; de los likes en Instagram, saliendo a cenar, yendo a la peluquería y preocupándome por mi look del día y lo que voy a cocinar esa semana.
Hasta que la burbuja explota y el sonido te ensordece para siempre.
Si algo bueno trae todo este caos, es que estamos hablando de las cosas. Hace mucho no se discutía y sentía este nivel de hartazgo. En la mesa familiar, con los amigos y en las redes. Vaya donde vaya, la gente está pendiente, involucrada, hastiada.
Quizás no es la gran cosa ni sea suficiente. Sé que yo sola no voy a cambiar nada. Pero si al menos hablamos, nos manifestamos y nos dejamos de callar, los corruptos van a empezar a tener miedo. Al menos el modus operandi putrefacto y desmedidamente impune será menos alevoso.
Miro a mi alrededor y los mismos sátrapas colorados, con 30 años menos y la misma pobredumbre, se llenan boca y los bolsillos de retórica antiderechos, buscando lo mismo de siempre, acumular a cuestas de un pueblo que muere de hambre.
No sé cómo lidiar con lo que pasa en el país. No puedo concentrarme. El viernes corrí por mi vida, de la mano de Juanma, buscando resguardo de la policía. Pero me sentí viva, sentí que estando ahí poniendo el cuerpo como miles más, me escucharía alguien. Me siento con poder de influir, de hacerme escuchar.
No creo en los cambios pacíficos. No en este país donde se roban la merienda escolar, los hospitales se caen a pedazos y la tercera edad se olvida bajo una montaña de escombros. No en este país donde los ídolos son los narcos, los contrabandistas y los sinvergüenzas.
No en este país que no tiene memoria.
La política me cuesta. Me cuesta porque no entiendo, tal vez porque no me meto lo suficiente. No sé qué hacer, no sé cómo hacer. Sólo sé que algo puedo y algo debo hacer.
Pad Thai veggie Imprimir
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- Un diente de ajo
- Una cebolla
- Un morrón rojo
- Medio morrón verde
- Una zanahoria
- Dos dientes de ajo
- Una lata de garbanzos
- ¼ de repollo
- Un puñado de tomates cherry
- Dos cucharas de salsa de soja
- Cuatro cucharas colmadas de mantequilla de maní
- Una cuchara de azúcar
- Dos cucharas de vinagre de arroz
- Una cuchara de pimentón
- Una cuchara de aceite de sésamo
- Un paquete de fideos largos
- Cilantro para decorar
- Ají molido para decorar
- Poner a cocinar los fideos según las indicaciones del paquete.
- Mientras tanto, cortar todas las verduras en tiras finas y colocar en un bol.
- Mezclar las verduras con los garbanzos y reservar.
- Licuar mantequilla de maní, ajo, salsa de soja, azúcar, aceite, vinagre y pimentón con media taza de agua hasta obtener una mezcla cremosa.
- Mezclar las verduras, los fideos ya colados y la salsa de maní. Dejar enfriar en la heladera y servir con cilantro y ají molido.