¿Qué hacés? Yo acá, observando la pantalla en blanco hace veinte minutos con recreos de media hora scrolleando sin mirar realmente nada. Moviendo el dedo mientras mi cerebro se entumece con las historias aburridas de la gente que sigo. No quiero escribir.
Me arrepiento de no haber pensado más antes de tener de publicar algo a contrarreloj media hora antes de buscarle a Awi del cole. Encima ayer releí un posteo del 2019 y lloré de tanto que me llegó. ¿Por qué este texto no puede ser tan increíble como ese? ¿Por qué quiero rellenar el blog con vómito de palabras?
Estoy feliz (y asustada en igual proporción) que Awi haya empezado por fin las clases. Oficialmente está un poquito más despegada; empezó una vida propia, donde elige amigos y puede ser quien es lejos del ojo maternal.
Es un gran momento. Mi hija, que en sus palabras “ya no es bebé, es una niña”, tiene amigos que ella solita eligió, que no son hijos de mis amigos ni primos ni vecinos. Todos los días se sube al auto hablando de Mateo, Bruno y Juana. Sus amigos personales.
Me aburrí. Cambio de tema. Les extraño demasiado a mis amigos para escribir sobre amistad. Necesito mis amigos.
¿Tengo miedo de que nos contagiemos de COVID? Sí, pero ya no puedo verle sola y encerrada a esa niña tan llena de luz y energía. Es más, tengo más miedo y ansiedad que nunca, pero sinceramente no puedo más escribir sobre COVID. No puedo más pensar sobre COVID.
No puedo creer que ya estamos en abril.
No puedo creer que no tengamos vacunas.
No puedo creer que sigamos en pandemia.
No puedo creer que ya es viernes de vuelta.
No puedo creer el calor que hace.
No puedo creer que tengo que escribir hoy.
Reflexión de viernes de abril pandémico: ¿Qué hubiesen hecho diferente si sabían que íbamos a pasar dos años encerrados?
Miro el contador de palabras y empiezo a fantasear con la idea que esta colección de pensamientos inútiles, así como está, pueden ser un posteo. Y pienso de nuevo, qué haragana, qué texto mediocre.
Pero quiero acostarme, veinte minutos, que después vuelve Awi rebosando de energía. Creo que sí, me voy a acostar y entregarme con mucho placer a la mediocridad bajo el aire acondicionado.
Que tengan un mediocre fin de semana. Peor es estar mal.
Tuna melt bruschettas con pesto Imprimir
10 mins
10 mins
20 mins
- 4 rodajas de un rico pan
- Una lata de atún
- Media cebolla picada
- Medio morrón rojo picado
- Medio mazo de cebollita picada
- Una cuchara de mostaza
- Media taza de queso sardo rallado (u otro queso rallado)
- Media taza de salsa pomarola Pontevedra
- Un mazo de albahaca
- Un puñadito de maní
- 1/3 taza de aceite de oliva
- Sal y pimienta
- Mezclar en un bowl el atún, morrones, cebolla, cebollita, mostaza, queso y salsa de tomate. Salpimentar.
- Colocar la mezcla sobre los panes y llevar al horno por 10 minutos hasta que el queso se gratine y el pan se tueste bien.
- Mientras tanto, licuar la albahaca, aceite, maní, sal y pimienta. Reservar.
- Retirar los panes del horno y servir inmediatamente acompañados del pesto.