Qué espantoso es vivir en una ciudad donde el único espacio digno de esparcimiento para niños es dentro de un shopping, un sitio creado únicamente para obligarte a consumir desde que entras. Mientras tanto, las plazas se caen a pedazos y los parques parecen terrenos baldíos con juegos macabros corroídos por el tiempo y la desidia. Ahí no hay plata que gastar, entonces a nadie le importa. El bienestar es solo para quienes pueden costearlo.
Odio ir al shopping. Odio el olor a patio de comidas que se te impregna en la ropa, el bullicio ensordecedor, el engaño constante de los juegos electrónicos que por 4.000 guaraníes duran 30 decepcionantes segundos. Odio la sensación abombada con la que termino cada vez que salgo de ese casino para niños.
Odio el berrinche al salir. Ese lugar es tan intenso que siempre termina con el niño pataleando en el piso, desconsolado y sobrestimulado, sin poder entender lo que le pasa. Y justo enfrente el huevo sorpresa, el globo, la papa frita, todas las respuestas a los berrinches que el capitalismo nos ofrece como soluciones instantáneas al llanto, como curitas mágicas a precio de mercado.
Me enoja no poder llevar a mi hija a una plaza donde no haya peligro de derrumbe, de cortarse con un metal filoso ni de ser asaltadas por llevar un celular en el bolsillo.
Vivir en la capital de este país es deprimente. Ahora que la veo más tétrica que nunca, abarrotada de fotos de inescrupulosos buscando perpetuarse en el poder, llenando de basura el lugar que prometen limpiar, me hierve la sangre de rabia.
A nadie le importa la niñez mientras si no está vinculada al consumo; los niños no importan, los niños no votan. Son siempre las víctimas inocentes de este sistema, donde buscamos llenar los vacíos de nuestra presencia enajenada en el trabajo y el celular con objetos y peloteros de 25.000 guaraníes la hora.
Nuestros niños son víctimas de Asunción, la madre de ciudades que no es madre, es seccionalera.
Galletitas fit de yogur, avena y coco Imprimir
15 mins
10 mins
25 mins
- Una taza de harina de avena
- Media taza de avena tradicional
- Un huevo
- Una cucharita de endulzante
- 150 ml de yogur de vainilla
- Dos cucharas soperas de coco rallado
- Una cucharita de polvo de hornear
- Una cuchara sopera de aceite de coco
- Precalentar el horno a 180 grados. Mezclar en un bol el yogur, aceite, endulzante y huevo hasta integrar bien.
- Agregar la harina de avena y polvo de hornear y mezclar hasta obtener una mezcla homogénea.
- Por último, añadir el coco rallado y la avena tradicional. Dejar descansar la masa por lo menos 15 minutos en la heladera.
- Con las manos húmedas, formar pequeñas galletitas y colocar en un molde aceitado a cocinarse al horno aproximadamente 10 minutos, hasta que queden firmes pero blanditas.
- Dejar enfriar por completo antes de guardar. Duran hasta una semana en recipiente hermético.