Crostini de salmón ahumado

Fiestita Recetas

Uno de mis primeros recuerdos de infancia es estar recostada boca arriba en la oscuridad; mirando la estela del cigarrillo que mi mamá movía de arriba abajo mientras fumaba en la penumbra de mi habitación. Habré tenido 3, 4 años. Desde ese momento, empezó la relación más larga que tuve hasta ahora. También la más placentera, tóxica, enferma e instantáneamente gratificante.

No voy a decir que estoy dejando de fumar, aunque escribir esto acá le pone una presión que estaba evitando ponerle a mi frágil situación.

El pucho y yo, yo y el pucho, un solo corazón, juntos para siempre. Presente en las mejores y las peores, mejor compañero de la birra, del café, de la espera y de la soledad. Es una extensión de mis manos, parte de mi personalidad, una muleta para abrir una conversación, calmar los nervios y compartir con extraños.

Lo más difícil de mi embarazo fue el síndrome de abstinencia que azotó mi cerebro durante cinco meses. Hacia el sexto mes pensé que podría dejar para siempre. Para el octavo solo quería parir para prender uno cuanto antes.

En mi peor momento, recién llegada a casa con la nueva vida y los baby blues a flor de piel, ese primer pucho me dio una esperanza; un momento para mí misma, un respiro de la cárcel en la que me había metido a mí misma. Ese día me convencí que nunca podría dejar de fumar.

No sé qué pasó. Ni las fotos más grotescas de pulmones pudriéndose, ni el precio exorbitante del Kent, ni siquiera el miedo a morir eran motivación suficiente.

Un poco de presión social, un poco influencia de mis amigas, otro poco de culpa por ser madre fumadora, otro de inconveniencia, de sentirme siempre poco bienvenida, de tener que salir afuera, lejos, con frío o calor, de ser vieja escuela. De fumar para pertenecer a no pertenecer por fumar.

Igual estoy probando estos pods con sabores estrambóticos a frutas fosforescentes del Himalaya, que considero a la vez no es realmente dejar de fumar. Es lo mismo que fumar, pero bien visto, sin tantos químicos (ponele) y con vapor con rico olor en vez de humo sofocante. La fijación oral, la ansiedad y lo nocivo sigue estando. Pero no sé, algo es algo.

Y si fumo un cigarrillo tampoco será el fin del mundo. No me voy a presionar, bajar ninguna app, contar los días ni contarle a nadie que quizás, puede ser, tal vez, quiera finalmente dejar de fumar. Solo el tiempo lo dirá.

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Tiempo de preparación
10 min
Tiempo de cocción
5 min
Tiempo total
15 mins
Precio: $$$
Dificultad: Facilísimo
Porciones: Picada para tres (o dos con hambre)
Ingredientes:
  • 100 gr de salmón ahumado
  • Dos cucharas de alcaparras
  • Medio mazo de cebollita de hoja
  • Medio mazo de eneldo
  • Tres cucharas de queso crema
  • Dos cucharas de crema agria (o crema de leche)
  • 200 ml de yogur natural
  • Una pizca de pimienta negra
  • Pan de centeno c/n
¿Qué hago?
  1. Colocar todos los ingredientes en un bol y procesar con mixer.
  2. Tostar el pan y armar los crostini. Decorar con un poquito de eneldo y pimienta negra.

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