Pulso, Galería colonial. junio de 2005. Vestido negro de Hello Kitty, converse caño alto, wet look y delineador negro grueso. Emo life. Agri, Laura y yo tomábamos Brahma hablando a los gritos como siempre, no sé qué sonaba de fondo. Quiero decir Mr. Brightside, pero posiblemente era miércoles de drum ‘n bass, no quiero mentir, tengo la memoria oxidada.
Un tipo se acercó a la mesa, me pregunta si se puede sentar. Le miro, miro rápido a mis amigas que no podían ocultar la emoción, y le digo “bueno”, como si me diese igual. Se sienta con confianza, no sé qué me dijo ni cuánto tiempo se quedó, pero para cuando se fue, sabía que ESE tipo era MI tipo. Intercambiamos números.
Al día siguiente, en el descontrol de la colación del colegio, pierdo (una vez más) el celular. Me dolió más perder ese número que el 1100 plateado.
Por semanas fuimos todos los jueves a la galería con mis amigas a buscar a mi tipo. Con el tiempo, ni siquiera nos acordábamos de su nombre. Era solo mi tipo. No había redes sociales, no conocía a nadie en común. Empecé a dudar si le volvería a ver.
Uno de esos jueves le vemos al otro lado de la galería y vamos corriendo disimuladamente con Lucía al bar donde estaba, como para cruzarnos accidentalmente. Me acerco a la barra, nos saludamos, pero no me pidió mi número de nuevo. Ya fue.
Pasaron los meses. Octubre. Mi cumpleaños. Las de siempre en el mismo lugar. Miro a la derecha, mi tipo.
Unas cuantas promos después, no sé cómo, volvemos a hablar. Se hizo tarde. Dice, “¿me acompañas atrás a mover el auto porque se va a cerrar el estacionamiento?”.
Yo sabía bien lo que iba a pasar ahí atrás. Salimos, hablando de cualquier cosa, y llegamos al auto. Tenía una mezcla de miedo y emoción, era obvio lo que se venía. Y era mi tipo, conmigo, finalmente juntos, pero no quería realmente que pase nada. No quería que sea eso nomás. Pero si pasaba, bueno, paciencia.
Nos subimos, mueve el auto hasta enfrente y se baja. No intentó nada. Ni darme la mano, mucho menos besarme.
E-na-mo-ra-da.
Esta historia continuará…
Amor de tres leches Imprimir
15 min
3 horas (con espera)
- 8 medialunas sin relleno
- Media taza de dulce de leche
- Media lata de leche condensada
- Una taza de leche entera
- Una taza de crema de leche
- Dos cucharas de azúcar impalpable
- Opcional: Un poco de canela
- Cortar las medialunas en trozos pequeños. Reservar.
- Mezclar la leche y la leche condensada en un bol.
- Batir la crema con batidora eléctrica hasta que empiece a tomar consistencia, por uno o dos minutos. Luego, agregar el azúcar impalpable y batir hasta que quede una crema suave pero consistente. Ojo, la crema tiene que estar bien fría para que se monte fácilmente. Guardar en la heladera.
- En tazas o vasos transparentes, colocar una cuchara sopera de dulce de leche. Luego, agregar una capa de las medialunas.
- Agregar la mezcla de leche y leche condensada hasta ¾ partes de la taza. Empujar con una cuchara para que las medialunas se humedezcan bien.
- Refrigerar por lo menos tres horas (o mejor toda la noche) y justo antes de servir, agregar la crema y un toque de canela por encima.