En términos de salud, mi embarazo fue perfecto. La parte mental, mmm… La sensación de que el cuerpo no te pertenece, que cualquiera opine sobre cada cosa que hacés, de ir perdiendo las habilidades físicas de a poco, ser excluida sistemáticamente de actividades sociales y sólo desear volver al pasado y aprovecharlo más, son sensaciones que aún hoy tengo a flor de piel.
El peor día de mi embarazo transcurrió durante la grabación del videoclip de Andrés. Juanma dirigía, y la idea era que todos los amigos de siempre seamos protagonistas. Hasta ahí, sonaba a un increíble plan para un sábado de mañana.
Llegamos al bar vacío lleno de juguetes y cachivaches saturados de nostalgia. Mientras todos perdían la vergüenza con shots de tequila y cerveza helada yo, embarazada de cinco meses, sin panza notoria pero extremadamente embarazada mentalmente, intentaba divertirme con lo que podía, aunque en mi interior deseaba poder ser los demás, sin una vida en mi interior que desde antes de nacer ya estaba frenando la mía.
En un momento, Giselle me dice, “vamos a comer a Combitos”. Ella, mi única amiga mamá en aquel entonces, quizás vio en mí ese vacío existencial que yo no supe ver cuando ella pasó por lo mismo. Lastimosamente tuve que embarazarme para darme cuenta cuán solitario podía ser, y cuán abandonada le tuve por no darme cuenta a tiempo.
Mientras los demás grababan, fuimos, comimos y yo pedí para llevar una cantidad exorbitante de comida, porque ya que no podía tomar ni fumar ni mucho menos empatizar con mis amigos borrachos, esperaba llenar ese agujero con comida deliciosa. Rollitos primavera, kung pao, arroz frito, empanaditas al vapor, el festín que merecía.
Dejé la enorme bolsa comida en mi auto y volvimos al bar a seguir grabando. Unas horitas después terminamos, y claro que todos querían seguir tomando. Yo, un poco cansada y aburrida, pero ansiosa por sentarme a comer el banquete que me auto-regalé, voy hasta Café Consulado con Giselle. Estacionamos y fui directo a mi auto a buscar mis tesoros orientales.
Llegó Juanma manejando, y sin saber el origen ni destino de la cantidad ridícula de comida en el asiento del acompañante, dejó que otro amigo que fue con él, se devore todo en el camino. Todo. No quedaban más que las bolsas vacías y algunos envases de isopor. Me arrebataron lo único que era mío ese día.
Creo que nunca lloré tanto, y también creo que ese amigo nunca más pudo verme igual después del temporal de ira embarazada que me poseyó en el momento. Ni siquiera recuerdo qué le dije. El hambre, la soledad, la decepción, el hartazgo fueron mi voz.
Hoy es quizás más una anécdota graciosa que un evento traumático; pero creo que nuestro cerebro tiene el poder mágico de endulzar los recuerdos difíciles para intentar seguir adelante.
En fin, la idea era hablar sobre mocktails y lo difícil que es divertirse sin tomar alcohol, pero una vez más, me fui todito.
Mocktails: Caipirinha y Mojito Imprimir
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Caipirinha
- Dos limones
- 100 ml de té de jengibre y limón
- Una cuchara de endulzante
- 100 ml de soda
- Hielo
Mojito
- Hojas de menta
- Jugo de dos limones
- Un limón en rodajas
- 100 ml de té verde
- 100 ml de soda
- Hielo
- Para la caipirinha, colocar en un vaso corto los limones cortados en cuartos. Pisar con una cuchara de madera o mortero para obtener el jugo.
- Preparar el té en saquito en una taza y dejar enfríar. Se puede preparar una cantidad más grande para no tener que hervir el agua cada vez.
- Servir el té, endulzar y agregar el hielo y la soda.
- Para el mojito, colocar la menta en un vaso y pisar para liberar los aceites. Agregar el jugo de limón, té verde a temperatura ambiente, endulzante, hielo y soda.
- Decorar con rodajas de limón y más menta fresca.