Y así, otro año se despide. Con él, promesas no cumplidas, metas no alcanzadas y una interminable lista de pendientes que sigue intacta desde enero. No me malinterpreten, el 2019 fue un gran año, al menos en cuanto a lo profesional. Pero qué mucho me cuesta ser grande y ponerme al día con el tedio de las gestiones adultas. Solo quiero tirarme en el sofá a mirar Tom y Jerry con un plato de pan con paté.
No sé si será cosa de millenials huir de la responsabilidad y querer ser niños eternos con sueldos y privilegios de adulto. O seré yo, que influenciada por Joey Ramone lloro en mi interior pensando que I dont wanna grow up. Pero tengo 32 y una hija, y quizás es hora de dejar de romantizar mi inmadurez y crecer de una fucking vez.
Me considero una malísima adulta en líneas generales, y el aceptar que los años pasan es una de mis luchas personales más duras. Ni siquiera se trata del cuerpo y las arrugas.
Ser adulto para mí siempre significó reuniones aburridas, peleas constantes de matrimonios infelices,señoras uniformadas con ropa beige, trabajar en un lugar gris en piloto automático, hablar de problemas ajenos y enfermedades, dejar de divertirse, vivir para los hijos y sufrir eternamente la añoranza de un pasado idealizado.
Yo, mientras tanto, hasta ahora siento que estoy jugando a la casita.
Mejoré igual. Creo. Igual no recuerdo la última vez que le hice service al auto y todavía tengo precinta del 2017.
Awi me obligó de un tirón de orejas a madurar diez años en dos. Porque ella necesita una madre adulta, responsable, en la que pueda confiar. No quiero que ella tenga que ser mi mamá porque yo me rehusé a crecer y continué en un limbo de abrazar una pasada juventud para huir de la vida real.
Pero a veces, solo a veces, quiero dejar todo y escaparme. A una tierra de nunca jamás donde los años no tengan significado.
La peor parte, es que pienso dos veces, y tampoco es lo que quiero al final. Y en vez de seguir dando vueltas luchando contra lo inevitable, voy a dejar de escribir y acostarme temprano para aprovechar el día. Porque eso es lo que hacen los adultos responsables.
P.D. Feliz Navidad a quienes me leen siempre.
Muffins de pan dulce fit Imprimir
10 mins
20 mins
30 mins
Para los muffins
- Tres tazas de avena instantánea
- Una taza de almendras
- Una taza y media de leche vegetal
- Una cucharita de bicarbonato de sodio
- Una cucharita de polvo de hornear
- Una cucharita de esencia de panettone
- Ralladura de una naranja
- Media taza de jarabe de maple sin azúcar (o miel, o miel negra)
- Una cuchara sopera de stevia
- Una taza de nueces y frutas secas mixtas
- Dos cucharas soperas de uvas pasas
- Dos cucharas soperas de frutas abrillantadas
- 100 gramos de queso crema light
- Una cucharita de stevia
- Una cucharita de esencia de vainilla
- Frutos secos y nueces para decorar
- Precalentar el horno a 180 grados. Colocar las almendras (mejor si están en remojo una hora antes para que de ablanden un poco), la avena, el jarabe y la leche vegetal en la licuadora. Licuar de a poco hasta conseguir una pasta más o menos homogénea. No importa si quedan algunos pedazos de almendras puesto que le dará más textura al muffin. Si le falta líquido, agregar de a poquito un extra de leche.
- Añadir el bicarbonato, polvo de hornear, esencia y ralladura de naranja y licuar un rato más.
- Añadir los frutos secos, frutas abrillantadas y uvas pasas y mezclar con una cuchara.
- Colocar la mezcla en moldes para muffins y cocinar durante aproximadamente 20 minutos o hasta que al introducir un escarbadiente al medio del muffin, éste salga limpio.
- Retirar del horno y esperar a que se enfríen completamente antes de desmoldar y colocar el frosting.
- Para el frosting, mezclar el queso crema con la stevia y esencia de vainilla. Agregar recién al momento de servir para que no pierda textura. Decorar con más nueces y frutas.
- Aguanta hasta una semana en la heladera y puede congelarse en bolsas herméticas sin problemas.
