¡Cómo les extrañé, maldita multiprocesadora y adorados falafel! Después de un fatídico accidente el año pasado que me costó una ida al sanatorio y una uña del pie que todavía no volvió a la normalidad, cuando mi ex procesadora decidió arrojarse a mis pies con intenciones homicidas, hacer falafel quedó descartado del menú indefinidamente.
Hasta hoy, donde exclamo “¡No te necesito más!” #niundedomenos y decidí que los antiguos árabes/libaneses no tenían semejantes armatostes eléctricos y aún así lograban hacer estas crocantes y poderosas bolitas fritas de garbanzo.
Esta receta en particular es de falafel frito, pero también pueden hacerse deliciosamente en el horno y omitir algún ingrediente si no nos gusta, porque si vamos a reinterpretar comida étnica y típica de una región que desconocemos, hagámoslo como lo haría Frank Sinatra, a mí manera.
A decir verdad, el 90% del tiempo prefiero cocinar falafel al horno, para así comer sin ningún tipo de límites ni restricciones. Aparte, lidiar con una olla de aceite caliente que amenaza con saltar, volcarse y salpicar no es el mejor escenario para una cocinera de alto riesgo como yo.
Como los que me conocen bien saben, soy de esas personas eternamente accidentadas en la cocina. Dedos cortados, nudillos rallados, brazos y hasta panza (cosas que pasan cuando estás de 7 meses) quemados… Si no me lastimo, la comida no sale tan rica, y un poquito de sangre sólo agrega un extra condimento a la receta, o al menos eso me digo para sentirme un chiqui menos torpe.
El que dijo que cocinar no es un deporte de alto riesgo, nunca me vio usando un cuchillo filoso. Más de una vez mi cocina terminó cual escena gore de película de clase B por un pequeñísimo desliz de cuchillo. Por suerte (toco madera) hace rato me ando portando bien y ando con extra cuidado para evitar accidentes, especialmente cuando cocino con hambre.
Dentro de un pan árabe calentito, como picada para comer con la mano con una mayonesa de tahine picante, o acompañados de una ensalada de tabbouleh (prometo receta pronto) estos falafel prometen convertirse en un favorito absoluto de la casa.
Acá, con procesadora o no, ilesa o con cicatriz posterior, siempre están en el top 5.
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40 mins
20 mins
60 mins
- 700 gramos de garbanzos secos
- 2 dientes de ajo
- 1 cucharada de polvo de hornear
- 1 cucharita de comino
- 1 cuchara de pimienta cayena
- 1 mazo de menta
- 1 mazo de cilantro
- 1 mazo de perejil
- 1 cucharada de tahine
- 1 cebolla mediana
- 1 cucharada de harina de garbanzos (opcional)
- Aceite para freír
- La noche anterior, poner a hidratar los garbanzos en agua. En su defecto, un par de horas antes, hervir los garbanzos en dos litros de agua con una cucharita de bicarbonato cocinando durante 15 minutos. Luego tapar la olla y dejar reposar por dos horas.
- Licuar los garbanzos con un poco de agua; o pisar en un bowl con un tenedor o pisapuré. Condimentar con tahine, sal, pimienta cayena y comino.
- Picar bien fina la cebolla, ajo, menta, perejil y cilantro y mezclar con la pasta de garbanzos. Si la textura queda muy blanda, agregar una cucharada de harina de garbanzos hasta obtener una pasta manejable.
- Dejar reposar la mezcla tapada durante media hora en la heladera.
- Formar bolitas o pequeños triángulos compactos con las manos.
- Calentar el aceite en una sartén. De a poco, ir friendo las bolitas hasta que tomen un color dorado. Si se deshacen, es porque el aceite se enfrió por poner demasiadas bolitas a la vez.
- Colocar en papel secante y consumir inmediatamente. O, reservar y calentar en el horno para disfrutar más tarde.
