Bruschettas de zucchini y ricotta casera con reducción de aceto balsámico

Fiestita Recetas

No podemos caminar tranquilas en este infierno de cemento y escombro. Desplazarse a pie implica encender los cinco sentidos, con ojos detrás de la cabeza, pensando constantemente a cuál vereda cruzar, dónde caminar más rápido y hacia donde correr para sobrevivir.

Asunción es una ciudad tenebrosa donde ser mujer implica subsistir bajo la constante amenaza de ser violentadas todos y cada uno de los días. En nuestras casas, en la calle, en el trabajo y en las redes sociales.

Ser mujer en este país roto es ser una ciudadana de segunda clase, un ente que sirve para procrear, atender a los hijos, cuidar la casa y someterse al varón proveedor. Servimos como madres, como hermanas y como hijas, y sólo valemos mientras no exijamos igualdad o que por favor dejen de silbarnos como perros de la calle.

Nuestra voz no vale. Que tu silbido me genere miedo no te importa, porque por ser mujer me querés sumisa, callada, encerrada y lista para complacerte.

Hoy ya no me callo ante tu mal llamado piropo. Tu piropo que en realidad es ofensa, puñalada, violación. Y te miro a los ojos y te desafío. Grito. Lloro. Aún me pasa a veces que bajo la cabeza y camino lo más rápido que puedo porque el miedo y la adrenalina hacen vibrar mi cuerpo de terror. Esas veces muero un poco más por dentro.

Pero estoy cansada. Harta de tener miedo.

Algún día espero liberarme de mi historia. Y sacarme de adentro todo, y apuntar dedos, y hacer que los violentos que me rompieron tengan vergüenza de salir a la calle. Que deje de ser yo la que baja la mirada avergonzada. Para poder empezar a sanar, aunque me haya tardado 32 años. Todavía no estoy lista, pero las voces se ponen cada vez más fuertes.

El 8M es una fecha que siempre me emociona. Y nunca puedo evitar llorar al escuchar los gritos de tantas mujeres juntas pidiendo lo mínimo, que nos respeten, que tan solo nos dejen vivir.

Unámonos en nuestras diferencias por un día, para ver si haciendo número derrocamos por fin el patriarcado que tanto nos pesa y destroza. A ver si nuestras hijas alguna vez pueden caminar por la calle sin ser carnada de violentos y enfermos de alma.

Nos vemos mañana en la marcha.

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Tiempo de preparación
30 mins
Tiempo de cocción
45 mins
Tiempo total
Una hora 15 mins
Precio: $
Dificultad: Fácil
Porciones: Picada para cuatro
Ingredientes:
Para la ricotta casera
  • Cuatro tazas de leche
  • Una taza de crema de leche
  • Jugo de dos limones
  • Sal
Para las bruschettas
  • Dos panes ciabatta
  • Un zucchini mediano
  • Cuatro cucharas de aceite de oliva
  • Media taza de aceto balsámico
  • Una cucharita de azúcar blanca
  • Un puñado de nueces mariposa
¿Qué hago?
  1. Para hacer la ricotta, colocar la leche, crema de leche y sal en una olla grande. Cocinar a fuego bajo durante quince minutos, revolviendo cada tanto y sin dejar que hierva.
  2. Pasados los quince minutos, agregar el jugo de limón, revolver y apagar el fuego. Dejar reposar por cinco minutos.
  3. Colocar un colador de tela sobre un bowl o olla y colar la ricotta. Dejar reposando 20 minutos hasta que largue todo el suero y quede una contextura suave y cremosa. Para una ricotta más firme puede colarse hasta 1 hora.
Una vez que esté a temperatura ambiente, guardar en recipiente hermético en la heladera hasta cinco días.
  1. Calentar el aceite de oliva en una sartén. Cortar el zucchini en rodajas finas y cocinar de ambos lados por 8 minutos o hasta que queden crocantes y dorados. Reservar.
  2. Para la reducción, colocar el aceto con el azúcar en una sartén pequeña y cocinar a fuego bajo hasta que reduzca a la mitad y quede con una consistencia de jalea. Apagar el fuego.
  3. Cortar y tostar el pan ciabatta. Montar las bruschettas con la ricotta, los zucchinis y la reducción de aceto. Decorar con nueces y servir inmediatamente.

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