Escribo un diario desde que tengo memoria. Hace quince años moría con solo imaginar unos ojos curiosos paseándose por esas páginas perfumadas llenas de secretos, amores y descargos de adolescente incomprendida. Ese diario está hoy acá, expuesto al mundo.
Todo empezó con un cuaderno Avon tapa dura que llevé de viaje a Mar del Plata cuando tenía ocho. En ese cuadernito de hojas cuadriculadas anotaba lo que hacíamos en el día, lo que gastaba (la mayoría de esa simbólica mesada se esfumaba en helados y churros de dulce de leche) e incluía un dibujo por día. La emoción duró una semana hasta que volvimos a Asunción.
En 1998 heredé una de esas agendas con fecha y hora de Meyer Lab, donde por corto tiempo, escribí hora a hora sobre mi complicada vida en cuarto grado. Mi interpretación del marzo paraguayo está ahí anotada, entre meriendas de pan con manteca, Toddy licuado y galletitas Bono de frutilla.
Con la adolescencia llegó la Pascualina, esa colorida agenda chilena llena de mensajes del Opus Dei (Sí, yo también me enteré de esto hace poco.) Allí yacían mis secretos más oscuros, los amores correspondidos y no correspondidos que cambiaban semana a semana y confesiones que harían sonrojar a cualquier recatada dama católica.
Tuve libritos de poemas, otros anotadores donde escribía todos los chicos que me gustaban, la lista de los que alguna vez besé, pero cada uno de esos cuadernos, agendas y diarios terminaron siempre a medio completar, empolvándose en un cajón muy, muy escondido.
Hoy saco muchas más fotos de las que escribo. Y cada vez que bajo a la compu ese mejunje de momentos, selfies y comida, pienso en el problema de nuestra generación: la acumulación compulsiva de información.
Las fotos, aunque dicen mucho, no siempre captan realmente el momento, el pensamiento, la preocupación o la felicidad. Por eso sigo con este diario; para atesorar lo que soy hoy, para no olvidar, y de paso, para redimirme con tantos diarios abandonados durante toda la vida.
Cookies de limoncello Imprimir
20 mins
10 mins
30 mins
- 100 gr de manteca
- 1 taza de azúcar
- Un huevo
- ¼ taza de limoncello
- Ralladura de un limón
- Una taza y media de harina
- Una cucharita de polvo de hornear
- Una pizca de sal
- Media taza de azúcar impalpable
- Una cuchara sopera de jugo de limón (aprox.)
- Mezclar el azúcar y la manteca a temperatura ambiente en un bowl. Puede hacerse a mano, o para acelerar el proceso, usando una batidora eléctrica.
- Agregar el huevo y batir hasta obtener una crema homogénea.
- Añadir la ralladura de un limón y el limoncello y mezclar. Por último, agregar la harina, sal y polvo de hornear y mezclar solo hasta que se combinen perfectamente.
- Guardar la masa en la heladera durante 30 minutos antes de cocinar.
- Para el glaseado, batir el azúcar impalpable y el jugo de limón hasta que quede suave pero no demasiado líquido. Colocar en una manga para decorar las galletitas con mayor facilidad.
- Precalentar el horno a 160 grados. Con las manos húmedas, formar pequeñas bolitas de masa y colocar sobre una placa de silicona o un recipiente para horno enmantecado. Debe mantenerse una distancia entre cada galletita porque crecerán con la cocción.
- Cocinar de 9 a 10 minutos hasta que queden apenas doradas en los bordes pero blanditas al centro.
- Dejar que se enfríen del todo antes de agregar el glaseado. Glasear cada galletita con cuidado. También pueden decorarse con confites o trocitos de limón.