Navidad se pasa en lo de mi mamá desde que tengo memoria. Días antes, su cocina se llenaba de aromas del peceto bailando en la olla a presión, chipa guasu cuchareable y papas que hervía con antelación para preparar su gloriosa e irrepetible ensalada de papas.
Los pancitos chip llegaban calentitos por la mañana e iban desapareciendo mágicamente de la bolsa húmeda de vapor. Mi tía Teresa preparaba la salsa del vittel tonné, sentada en una banqueta de madera sudando con el ventilador soplando a la cara, invitando a escondidas pedacitos de carne a los perros que pacientemente aguardaban acostados sobre sus pies.
Cortaba el peceto con un cuchillo eléctrico amarillento de la Segunda Guerra Mundial que solo sale a saludar durante las fiestas y pasa el resto del año escondido en un cajón polvoriento. Sonaba Barry White, Bee Gees, Carly Simon; la música de ellas.
La noche siempre me pareció menos emocionante que la previa. La previa era constante picoteo, apuro, My Everything, chisme, colaboración; se pasaba en zapatillas y con el pelo hecho rodete.
La noche, en cambio, un ir y venir de personas que pasaban a saludar antes de ir con sus otras familias, mientras nos sentamos con ropa incómoda y acartonada en el living donde el aire no da abasto, esperando sentarnos a cenar y que acabe ya la imperativa formalidad festiva teñida de rojo, verde y dorado.
No soy familiera. No me abrazo al grito de “¡primo!” ni disfruto los grandes e interminables encuentros con tíos de sangre o de corazón.
Mi Navidad son mi mamá, mi abuela y mi tía. Awi y Juanma también, obvio. Pero todo el resto, el trajín, el interés forzado, la ropa caliente, la sopa paraguaya de súper, el chiste machista, el regalo de catálogo, la pregunta indiscreta, la familia impuesta, no.
Hace rato dejé de creer en Papá Noel, pero porfi este año quiero un poco de paz y mi pequeña familia la noche del 24. O por lo menos, una previa cebando tereré en la cocina, con pancitos embebidos en salsa de vittel tonné y la punta del chipa guasu solo para mí.
P.D. No sé qué voy a cocinar este año, estas tartitas me parecen buenas secuaces de los sandwichitos de pan chip y no requieren gran destreza.
Tartitas navideñas de aceituna Imprimir
30 min
25 mins
55 mins
Para la masa
- Cuatro tazas de harina 000
- Dos huevos
- 250 gr de manteca
- Media taza de agua fría
- Una cucharita de sal
Para el relleno
- Una taza de queso muzarella rallado
- Media taza de aceitunas picadas
- Media taza de crema de leche
- Una cuchara de mostaza dijon
- Una cucharita de pimentón
- Un huevo
- Perejil para adorno
- Tamizar la harina y la sal en un bol y hacer un hueco en el medio.
- Agregar la manteca a temperatura ambiente cortada en cubitos, el agua fría y el huevo. Mezclar con un tenedor para evitar calentar demasiado la masa con las manos.
- Una vez integrada, colocar la masa en la mesada y amasar unos minutos hasta que quede uniforme y suave, pero no pegajosa. Reservar en la heladera media hora.
- Preparar el relleno combinando en un bol el queso, crema de leche, aceitunas, mostaza, pimentón y huevo.
- Retirar la masa de la heladera y estirar con un palote sobre la mesada cubierta de harina. Usar un cortador redondo para formar la base de las tartitas.
- Colocar la base de las tartitas en un molde para cupcakes. Rellenar. Con un cortador con forma de estrella, usar la masa sobrante para hacer pequeñas decoraciones para cada tarta.
- Pintar con un huevo para darle brillo y cocinar en horno precalentado a 180 grados por aproximadamente de 25 minutos.
- Retirar del horno y dejar enfriar antes de desmoldar. Decorar con perejil picado.