Poca gente sabe que cuando tenía un año me fui un tiempo a vivir a Venezuela con mis padres. No tengo más recuerdos que algunas fotos amarillentas en el balcón de un departamento, pero probar cachapas me hizo viajar hasta esa memoria.
Imaginate un híbrido entre chipa guasu y sopa paraguaya, fino y crocante, con la posibilidad de rellenar con lo que más te guste, cocinado a la sartén y servido en el momento.
La inmigración venezolana trajo consigo una riqueza gastronómica invaluable: arepas, cachapas y un montón de tesoros más.
Seguramente mi versión no es copia fiel de la original, pero esas cosas pasan cuando la gastronomía viaja en el tiempo y el espacio.
No creo mucho en las fronteras, separan lo que alguna vez fue una gran tierra.
Y no somos tan diferentes como pensamos.
El maíz y el choclo son solo dos de las millones de cosas que nos unen.
En realidad, somos muchísimo más parecidos de lo que nos hacen creer.
Nunca más volví a Venezuela, pero comer cachapas hoy me dio techagau, me llevó lejos, aunque por dentro me sentí más en casa que nunca.
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- Dos latas de choclo
- Tres cucharas de harina de maíz
- Dos huevos
- Una cuchara de manteca
- Dos cucharas de azúcar
- Una cucharita de sal
- Media taza de leche
- Aceite o manteca para cocinar
- Licuar el choclo, harina de maíz, huevos, manteca derretida, azúcar, sal y leche hasta obtener una mezcla suave y homogénea.
- Calentar una sartén a fuego medio/bajo y rociar con aceite en spray. Colocar un cucharón de la mezcla y esparcir.
- Cuando la cachapa empieza a burbujear y dorarse en los bordes, cuidadosamente dar vuelta. Podés agregar queso en ese momento y doblar al medio; o servir tibio en la mesa para rellenar con lo que más te guste; carne mechada, porotos, verduras o lo que quieras.